La cotidianidad como paisaje urbano
Texto y fotografías: Israel Meneses Vélez
En las entrañas de toda ciudad hay fisuras, excepciones casi imperceptibles que la salvan del Hades de lo inhabitable, del infortunio absoluto. Son un rescoldo de sobrevivencia, un manantial de metáforas, de dolor y descanso inherentes. Sin embargo, vivir en una ciudad significa ser parte de un inagotable mecanismo, en cuyo interior las repeticiones parecieran ser el fin y la razón de las cosas; las rutas diarias entre semana, el origen y el fin de los rituales urbanos. Todo pareciera inviolable, prescrito: en dónde hay fisuras, cómo verlas y, si es cierto que en toda ciudad existen, cómo reconocerlas.
A finales del siglo xix, Alfred Jarry escribió la novela neocientífica Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico, con ella surge una de las visiones más subversivas e inquietantes de la realidad y sus periferias en el siglo xx y lo que lleva el presente: la patafísica, ciencia de lo singular y las excepciones. Silbar una canción mientras se va caminando y encontrarse de pronto con que en un local de la calle esa misma canción suena en la radio, en ese preciso instante, o pensar en alguien y encontrarlo en ese momento son coincidencias extraordinarias, eventos patafísicos.
El espacio urbano es patafísico por excelencia. Qué detiene el tiempo mientras se abraza una pareja detrás de una valla metálica de la policía durante una protesta; qué le hace decidir a un hombre maduro acostarse y admirar la ciudad como si fuera una playa; qué relación hay entre unos adolescentes que juegan en una fuente y un ebrio marginado que duerme en el piso; de qué manera un charco de agua turbia refleja los deseos más cristalinos de una sociedad organizada; por qué una espalda hiere sin conmiseración al horizonte; qué hay del otro lado de un ventanal, que por un momento conjunta la contemplación y un beso; qué penas paga un fatigado anciano que, de rodillas, se dirige a la basílica de Guadalupe.
Evidentemente, el hilo conductor de todas esas imágenes es el elemento urbano. Sin embargo, la sencillez de su contenido transportado al tiempo real suele hacer de esos momentos algo imperceptible. El ejercicio de congelar lo ordinario a través de la fotografía transmuta la imagen a una serie de preguntas que fungen como un filtro, una frontera entre lo real y la metáfora. No tiene que haber, necesariamente, respuesta a cada una de ellas; lo importante es ese proceso que permite vislumbrar la resignificación de lo ordinario, es decir, la cotidianidad como paisaje urbano.
Israel Meneses Vélez
Arquitecto, maestrante en Arquitectura Facultad de Arquitectura
Universidad Nacional Autónoma de México
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Last modification: September 21, 2020