Mies in Tultitlán
Salvador Lizárraga Sánchez
Abstract
Mies van der Rohe made a project of an architectural ensemble for Bacardi y Co. Mexico, from which, only one building holding headquarters of the transnational company was constructed. The story of the only contribution of the German architect in Latin- America coincided with one the most crucial moments of the Cold War: Cuban Revolution and Missile Crisis. Despite the huge influence that Mies inflected on Mexican architecture in the twentieth century, history and critic in this country have been almost absolutely quiet regarding his projects in Tultitlán.
Keywords: Bacardí, Mies van der Rohe, Gene Summers, Cold War, Cuban Revolution, Mexico, Latin-America, José María Bosch, Tultitlán
Mies van der Rohe (MdrV) visitó México una sola vez, en noviembre de 1958. Vino a conocer el sitio para el que diseñaría el único edificio que hubiera de construir en Latinoamérica. El encargo lo hizo Bacardí y Compañía, S.A., la multinacional, entonces cubana, fundada por una familia de origen catalán, del pueblo de Sitges. En nuestro país algunos de los historiadores y críticos más importantes afirman que el arquitecto alemán jamás visitó la Ciudad de México, que sólo envió los planos del proyecto para Santiago de Cuba, el cual es tan sólo la réplica del cubano. También sostienen –a la par que algunos de los críticos más destacados de Mies en el extranjero– que debido a la Revolución cubana el entonces presidente de la compañía, José María Bosch, se vio obligado en el último momento a construir un Mies aunque fuese en Tultitlán, México. Por supuesto, todo lo anterior es falso. Cuando MvdR diseñó los edificios Bacardí México a mediados de 1958, nadie sabía que los insurgentes iban a derrocar al entonces dictador cubano Fulgencio Batista (aunque tal vez la familia Bacardí sí, ya que, como veremos más adelante, llevaban algún tiempo patrocinando el movimiento de Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara), ni que la Revolución iba a resultar triunfadora. Para sorpresa de muchos esta visita y el edificio que surgió de ella no han merecido comentarios en México y, salvo raras excepciones, tampoco en el extranjero. Lo anterior resulta extraño, puesto que los arquitectos mexicanos más importantes se inspiraron en la arquitectura e imágenes producidas por el gran maestro alemán durante buena parte del siglo XX. El único edificio construido 2683N1 puede ser visitado por cualquiera, fotografiado, medido e incluso publicado sin necesidad de autorización alguna por parte de Bacardí. Sin embargo, todo el personal de relaciones públicas está perfectamente entrenado para responder automáticamente que ya no existe ni un solo documento relacionado con la construcción de las oficinas que pueda ser consultado en los archivos de la compañía. No existe correspondencia, presupuestos, muestras de materiales, fotografías o rastro alguno del proceso de diseño y construcción del edificio en Tultitlán, mucho menos del resto de los proyectos diseñados por Mies para Bacardí México. No hay huellas, o al menos tal es lo que pareciera que quieren hacer creer en la sede de la compañía en nuestro país; en general lo logran. Desvelar algunas de las intenciones de todos los involucrados en el extraño evento del único edificio latinoamericano de Mies, desde los clientes y el arquitecto, hasta la crítica e historia mexicanas y extranjeras, iluminaría la forma en que se construyó la cultura arquitectónica mexicana de posguerra. Con la información existente en México, nadie podría explicarse cómo es que este edificio acabó apareciendo allí, a la orilla de una de las apocalípticas súper carreteras que conectan a la inabarcable capital del país. De esta ausencia de información se desprenden algunas interrogantes.
En diciembre de 1957 José María Bosch encargó a Mies van der Rohe el edificio para sus oficinas centrales en Santiago de Cuba. Después de estudiar la obra de los arquitectos más importantes de la época, Bosch llegó a la conclusión de que Mies era el mejor arquitecto del mundo para diseñar edificios de un nivel. Tras ver las fotografías del Crown Hall en el Instituto de Tecnología de Illinois, publicadas en la edición del 17 de marzo de 1957 de la revista estadounidense Life, el presidente de Bacardí le escribió al arquitecto alemán: “Mi oficina ideal es aquella en la que no existen divisiones, en la que todos, tanto jefes como empleados, se ven unos a otros. No sé si esté de acuerdo con una disposición como ésta”. 2683N2 La historia del origen de Bacardí Cuba ha sido contada varias veces por Gene Summers, arquitecto estadounidense que estuvo al frente de los proyectos más importantes del estudio MvdR. Al visitar por vez primera La Habana, Mies y Summers se dan cuenta inmediatamente de que debido a las agresivas condiciones climáticas de la isla, sería imposible construir un edificio de acero y cristal similar al Crown Hall:
Estábamos sentados debajo de este volado, el cual era muy interesante, probablemente tenía siete metros de altura, tenía una especie de largas columnas estilo colonial probablemente de veinte metros […] Entre la columna y el muro estábamos sentados cómodamente en las sillas estilo lounge tomando una bebida cuando le dije a Mies “esto es más o menos lo que necesitamos para aislar el vidrio, brindar sombra y mantener al sol fuera del interior. Al menos en verano.” No recuerdo ningún comentario específico, pero él asimiló todo esto y después subimos, estábamos en su habitación y yo dibujé una planta que tenía un gran techo cuadrado y tenía la serie de vidrios remetidos dos módulos, que eran probablemente de cuatro metros, y después coloqué una columna en cada una de las trabes de la cubierta cuadrada. Tenía una cubierta de concreto con trabes. Y coloqué una columna, una columna rectangular en cada una de esas costillas, le enseñé el croquis a Mies, y él dijo: “No, eso se parece a la embajada de Grecia de Walter Gropius”. Entonces dibujé otro cuadrado, otro alzado, y coloqué sólo dos columnas en cada lado. Y Mies dijo “¡Ja! ¡Eso es!” Y después dijo: “Déjame quedarme con esto”, así que tomó el papel y mi pluma y dibujó un pequeño murciélago… justo en medio de esta enorme e importante fachada. Posteriormente dibujó un árbol, una especie de gran arbusto, afuera de esta cosa, y dijo: “¡Eso es!” ¡Y el edificio terminó siendo así! De hecho pasó por una serie de fases antes de que regresara a esto, debido a los problemas estructurales. 2683N3
Aunado a esto, la casi inexistente industria del acero en Cuba implicaba importar de los Estados Unidos prácticamente toda la estructura de un edificio similar a los que Mies el maestro alemán construía habitualmente en este país, haciéndolo totalmente incosteable. Debido a la Revolución cubana, la posibilidad de construir uno de los pocos edificios de concreto diseñados por Mies en la última etapa de su carrera se desvaneció. Sin embargo, la tenacidad y ambición características de ambos –el arquitecto y el empresario– los impulsaron a ver materializado a toda costa lo que tenía que ser uno de los testimonios más importantes del final de sus vidas. Años después y a miles de kilómetros de distancia, Mies y Pepín Bosch –cada uno por su lado– construyeron su propia versión del proyecto cubano. Durante el proceso de diseño de la espectacular estructura de concreto que había de ser construida en Santiago, José María Bosch escribió a Summers en una pequeña nota de papel sobre sus intenciones de construir un edificio para las oficinas de Bacardí en México. El breve texto dice:
Estimado Sr. Summers
Claro que recibí la fotografía y a todo el mundo le encanta. Vamos a construir una nueva fábrica y unas nuevas oficinas aquí; la construcción debe empezar en un mes. Las oficinas son más peque ñas que las de Santiago, también de un piso. Pero tiene divisiones, así que sostener la cubierta es un asunto sencillo. ¿Podría el Sr. van der Rohe revisar los planos hechos por Saenz y hacer cualquier cambio que desee por una cantidad determinada? No tendría que ser considerado su obra. Le resultará interesante a Mies que hay muchos edificios nuevos en México que tratan de copiar su trabajo y tecnología. Por favor entiendan que este edificio tiene que ser pequeño y sencillo, pero con la misma idea de Santiago. 2683N4
A partir de estos párrafos, no es difícil intuir que el proyecto en Tultitlán debía ser mucho menos ambicioso y complejo que el cubano. Después de varios meses de estudiar la estructura del edificio de Santiago, y de darse cuenta de la enorme dificultad de construir –y financiar– la monumental cubierta de concreto, Bosch encargó un edificio para México que si bien pensaba que tendría que ser de gran calidad “para marcar mi gestión de la compañía con marcas imborrables”, 2683N5 no pretendía invertir en él los mismos recursos que en el primero. Las divisiones de las que se quería deshacer para poder construir la oficina ideal aparecen aquí para simplificar y hacer más costeable el siguiente edificio para Bacardí. Probablemente también buscaba que la imagen más importante de la compañía se representara en el edificio cubano, situado en la isla que dio origen a la descomunal empresa que después de un siglo acabaría siendo Bacardí.
Por otro lado, Bosch expuso la fascinación de los arquitectos mexicanos por la figura de Mies, la cual ni en aquel momento ni en la actualidad ha sido analizada. Como en casi todo el mundo, la poderosa influencia del arquitecto alemán es evidente desde los comienzos de la arquitectura moderna en México.
Finalmente, el presidente de Bacardí asignó un papel absolutamente secundario al edificio mexicano frente al cubano, rol que se puede observar en toda la historiografía de Mies van der Rohe. Aunque, como se menciona arriba, Bosch no pretendía construir un edificio mediocre en México, la sugerencia de que, sin que se considerase como de su autoría, el maestro alemán solamente revisase el proyecto de Sáenz, Cancio, Martín y Gutiérrez (SACMAG), equipo de ingenieros y arquitectos cubanos, es una clara indicación de la menor importancia concedida dentro de la nueva imagen de la compañía. De esta forma, Bacardí México ingresó en ese gran grupo de edificios secundarios de Mies en los que hasta hace pocos años los críticos e historiadores habían puesto poca atención. Durante su periodo americano, el estudio del gran maestro alemán desarrolló una cantidad importante de proyectos y obras a las que los investigadores no han prestado ningún interés. Seguramente esto se debe en gran medida a que él mismo, a lo largo de toda su carrera, indicó a la crítica, discreta pero firmemente, de cuáles edificios se debía de hablar y de cuáles no.
Después de cinco meses, el equipo de arquitectos e ingenieros de Bosch envió a Mies la propuesta del edificio para las oficinas en México. Los planos de este proyecto no se encuentran más en el archivo del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA); lo único que se conserva es una breve descripción escrita de su forma y estructura, así como de las ideas que las fundamentan.
Caseta de acceso para Bacardí y Cía. México. Gene Summers y Mies van der Rohe. Tultitlán, México. 1958. Dibujo realizado por Ángel Badillo Almazo
De acuerdo con los documentos existentes, esta propuesta parece haber sido descartada de inmediato, ya que en ninguna carta se vuelve a hacer referencia a ella. Gene Summers explica que nunca fue tomada en cuenta:
[…] habíamos terminado el proyecto ejecutivo para el edificio Bacardí en Santiago de Cuba pero Castro apareció más o menos al mismo tiempo. Bosch movió la sede a México y tenía un diseño para el edificio [de México] hecho por Saenz Cancio y Martín. Bosch me mandó los planos –el diseño era una parodia del edificio cubano– y le dije que no debería de construir esto. Nos pidió que propusiéramos otro diseño. La Ciudad de México estaba llena de edificios de acero y cristal y eso era lo que Mies prefería, de ahí que hayamos propuesto este diseño. 2683N6
Además de partir de la estructura de concreto del edificio de Santiago, el proyecto de SACMAG consideraba la larga tradición del muralismo mexicano e incorporaba en algunas de las paredes más importantes del edificio una serie de murales ejecutados por artistas locales:
El mezzanine, ubicado exactamente arriba del núcleo de servicios, tendrá murales de cerámica ejecutados por artistas mexicanos. El mismo acabado será aplicado a los diafragmas estructurales del exterior del edificio. Esta forma de expresión es más cercana a la corriente actual del arte mexicano, la cual integra la pintura y escultura realmente nativas en el concepto arquitectónico. Los diafragmas de concreto mencionados arriba se utilizan para soportar cargas sísmicas. 2683N7
Queda claro en la gran cantidad de planos existentes en el archivo del proyecto que en ningún momento del largo proceso de diseño y de obra de Bacardí México se volvió a considerar la posibilidad de integrar alguna propuesta mural al edificio mexicano. Sin embargo, aunque Mies se interesó pocas veces en aplicar obras pictóricas a alguno de sus edificios, llama la atención que no haya aprovechado la oportunidad de decorar uno ellos con murales. En la mayoría de sus proyectos para museos, el arquitecto alemán aplicó fotomontajes de obras de artistas que le eran afines –particularmente de Paul Kllee– en las perspectivas que realizaba para representarlos. En sus proyectos de casas es casi inexistente la intención de utilizar murales, salvo en dos de las más importantes: la casa Ulrich Lange de 1933, y la casa Resor de 1938. En ambas, los murales de Paul Klee se constituyen en elementos de ordenamiento espacial básicos, como lo demuestran las perspectivas de la primera y los fotomontajes de la segunda. 2683N8
Al descartar la propuesta de su equipo de diseñadores cubanos, el tándem de Mies y Summers fue invitado por Bosch para visitar el terreno en que se construiría el edificio de oficinas a las afueras de la Ciudad de México. Al parecer la recepción del maestro alemán en esta ciudad resultó espectacular ya que, como escribe Summers, fueron “recibidos en el aeropuerto por al menos cien arquitectos. El Sr. Bosch lo debe haber arreglado.” 2683N9 Sorprendentemente, esta visita no fue registrada por la prensa especializada en arquitectura –únicamente el periódico Excélsior le dedicó un artículo el 16 de noviembre de 1958– y pasó inadvertida en todas las revistas de arquitectura del país. De la misma forma, el único edificio de Mies van der Rohe en México y América Latina sólo fue publicado en una revista de arquitectura mexicana. 2683N10
A pesar de la influencia que desde los treinta la obra de Mies ha tenido en la arquitectura mexicana, y de que muchos de los arquitectos mexicanos escribieron sobre él, prácticamente ningún autor menciona Bacardí México.
Estas ausencias pueden ser la razón de que en la actualidad exista el mito de que MvdR nunca vino a México y que al llegar la Revolución cubana solamente envió los planos del proyecto de Santiago para que se ejecutara en Tultitlán.
Por otro lado, las fotografías inéditas en los archivos de algunos arquitectos importantes de la época vuelven más sorprendente aún el nulo interés que hasta la fecha existe por parte de crí- ticos e historiadores mexicanos en la presencia de Mies y su obra en México. En las imágenes del archivo de Pedro Ramírez Vázquez, tomadas en el Colegio de Arquitectos de México en noviembre de 1958, se pueden observar junto al arquitecto alemán a figuras como Enrique del Moral, Nicolás Mariscal, Abraham Zabludowsky, Pedro Ramírez Vázquez, Vladimir Kaspé, Félix Candela, Carlos Obregón Santacilia, Jorge González Reyna, y Alberto T. Arai, entre otros. Es poco probable que Mies obviara a alguno de estos arquitectos la razón por la que visitaba México, así como la clara diferencia entre el edificio cubano y el mexicano.
No se puede negar que en la búsqueda interminable por encontrar un lenguaje universal para su época, Mies llegaba a aplicar soluciones definidas –o su lenguaje de la época– de forma indiscriminada en cualquier sitio. Franz Schulze escribe que para el maestro alemán era “mejor desarrollar soluciones que inventarlas, y que la mejor idea era aquella lo suficientemente básica como para permitir no sólo su aplicación a una variada gama de funciones, sino también su perfeccionamiento en el curso de su desarrollo lógico.” 2683N11
Al llegar a México, Mies no se conformó con proyectar solamente el edificio emblemático de Bacardí en nuestro país, sino que de inmediato se da a la tarea de diseñar un proyecto de conjunto que, por medio de varios edificios, intervenía varias áreas del terreno en que se ubicaba la fábrica de ron. Con excepción de uno de estos proyectos (el Pabellón) ninguno de ellos fue encargado por José María Bosch. Aparte de los planos, no existe prácticamente ninguna información al respecto del diseño de estos pequeños edificios en el archivo MvdR en el moma.
Los proyectos no construidos para México un comedor, una caseta de acceso, y el pabellón– son aplicaciones de tipos ya ensayados por Mies a lo largo de varios años. El primero de ellos continúa la genealogía cuyo origen se puede situar en el proyecto para el restaurante Cantor Drive-in de 1945, pasando por el concurso para el Teatro Nacional de Manheim de 1952, y que finalmente tiene su epítome en el Crown Hall de Chicago, terminado en 1956. La característica fundamental de este tipo de edificio –o de cubierta– es que la techumbre es soportada en su parte superior por armaduras o vigas de alma llena, las cuales eliminan la necesidad de columnas interiores.
El pabellón, situado al norte del conjunto, podría considerarse –salvo ligeras variaciones en sus proporciones– una nueva versión de la casa Farnsworth de 1945, la cual deviene en la Casa 50 x 50 de 1951. Si bien este proyecto no fue un encargo formal de José María Bosch, existe una pequeña nota en el archivo de Bacardí en la que le pide a Summers “un pabellón japonés, algo diferente, nunca antes visto en México”. 2683N12 Cabe señalar que dicha nota fue seguramente el detonador de la propuesta de este proyecto. El único documento posterior en que se vuelve a mencionar el pabellón es en una carta en que Summers envía a Bosch los datos de un arquitecto japonés que construía arquitectura tradicional de ese país.
Probablemente el más original de estos proyectos es el de la caseta de acceso a la fábrica. No es fácil imaginar al maestro alemán –o a su estudio– diseñando un edificio en apariencia tan insignificante, aunque se pueden encontrar casos en la obra del arquitecto en que mostraba un interés inusual en edificios que para muchos podrían parecer irrelevantes. El más difundido en los últimos años es la recién restaurada gasolinera de Nun’s Island, en Montreal. La caseta presentaba una oportunidad ideal para materializar el beinahe nichts 2683N13 que Mies siempre buscó. Debajo de una cubierta plana soportada por sólo seis columnas de acero se encontraba una pequeña caja de cristal para albergar a un guardia.
A diferencia del edificio para las oficinas de la compañía cubana –que se eleva un nivel sobre el suelo– el restaurante y el pabellón se asientan directamente en el terreno. El edificio principal está levantado para ser una circulación que lleve a los secundarios. El pabellón se encuentra rodeado en tres de sus lados por un jardín, y los dos restantes por unas circulaciones y plazas pavimentadas. En todos los edificios la distancia entre columnas es de diez módulos de 90 cm, mientras que los volados al norte y sur son siempre de dos. De esta forma cada parte del todo presenta algunas características formales idénticas, como una estricta simetría, pero cada volumen responde a su función específica y a su posición en el terreno.
Uno de los individuos más felices de entre los millones de cubanos felices es el Sr. Bosch, quien hizo contribuciones espléndidas a la causa revolucionaria. 2683N14
Resulta prácticamente imposible ignorar el contexto político en que se desarrollaron los proyectos para Bacardí. Esta multinacional, los dos países para los que se pensó su arquitectura, e irremediablemente su artífice, jugaron un importante papel en eventos fundamentales de la Guerra fría. La Revolución cubana fue planeada en México, seguramente con el conocimiento pleno de las autoridades de este país. De acuerdo con algunos de los documentos existentes en el archivo de MvdR en el MOMA, Bacardí y Cía. S.A. contribuyó a que el movimiento revolucionario derrocara a la dictadura que encabezaba el general Batista en Cuba. Todo esto ocurrió durante el lapso de tiempo que va de 1957 a 1962, es decir, desde que se realizó el encargo del proyecto para las oficinas centrales de la empresa en Santiago de Cuba, hasta el final del edificio mexicano para la misma. Este lapso coincide exactamente con el comienzo de la revolución del país caribeño y la crisis de los misiles, la cual representa el momento en que la humanidad estuvo más cerca de una tercera guerra mundial.
Al mismo tiempo que México no votó a favor del bloqueo comercial a Cuba –que no en contra– organizado por los Estados Unidos, permitía a Bacardí, compañía que más invertía en el boicot a la Revolución cubana, expandirse sin limitaciones por todo el país. Salvo muy raras excepciones, no se encuentran indicios claros al respecto de las inclinaciones políticas de Mies van der Rohe. Más cercano a una postura conservadora –indiferente hacia cualquier asunto político de acuerdo con muchos de sus críticos– el arquitecto alemán podía estar de acuerdo con cualquier régimen mientras le permitiese construir. Así como construyó símbolos para una de las democracias más progresistas, como el monumento a Rosa Luxemburgo en Berlín o el Pabellón de la Alemania de la República de Weimar, el maestro del movimiento moderno también construyó la imagen del capitalismo más agresivo: el rascacielos moderno. Dirk Lohan, el nieto y heredero del estudio de Mies, afirmó que de no haber sido rechazado por Hitler, aquél podría haber construido para los nazis en la década de los treinta del siglo XX. En todos los documentos relativos a Bacardí existentes en el MOMA, ninguno arroja pistas respecto a qué pensaba Mies del conflicto cubano.
El papel de Bacardí Cuba en el juego de símbolos políticos y económicos de la Guerra fría ha sido ignorado sistemáticamente por críticos e historiadores. Pensada desde el principio para representar de la forma más impactantemente posible a una de las multinacionales del alcohol más poderosas del mundo, la monumental estructura de concreto estaba destinada a convertirse en la imagen de lo que, muchos piensan, los estadounidenses deseaban que fuese Cuba: un gigantesco salón de fiestas sometido a los dictados económicos de la potencia norteamericana.
Devastado ideológicamente por el golpe que la Revolución cubana significó para lo que pensaba que debía ser Cuba, José María Bosch 2683N15 luchó hasta su muerte para destruir la nueva forma de organización social y política del país. De la misma forma, peleó hasta ver construida su propia versión del proyecto para Bacardí Cuba. A cientos de kilómetros de distancia, en el paraíso fiscal de la isla de las Bermudas, el presidente de la compañía de alcohol construyó en 1972, como museo, una parodia del extraordinario templo de concreto que Mies diseñó para él más de una década antes.
Por su parte, Mies van der Rohe recicló, en acero y también como museo, el proyecto que junto con Gene Summers diseñó para Santiago de Cuba. Ubicada también en una isla, el Berlín occidental de la Guerra fría, el arquitecto dejó su última huella en la ciudad que lo formó como héroe del movimiento moderno por medio de la construcción de la última versión del proyecto cubano: la Nueva Galería Nacional de Berlín. Situado a unos centenares de metros del muro de Berlín, este frío monumento de acero y cristal miraba a los comunistas de una forma similar a como John F. Kennedy –e incontables turistas occidentales– lo hacía en 1963 a los habitantes del otro Berlín: como si estuviera en un zoológico.
Referencias
Arquitectos de México 14 (enero de 1962).
Espacios 1 (septiembre de 1948).
Espina, Ricardo Pablo. Bacardi The Hidden War. Londres: Pluto Press, 2002.
FORUM, vol. 110 núm. 2 (febrero 1959). Instituto Nacional de Bellas Artes. Cuadernos de Arquitectura 1 (mayo 1961).
Johnson, Philip. Mies van der Rohe New York : Museum of Modern Art, 1947.
Lambert, Phyllis. Mies in America. Canada: Canadian Center for Architecture, 2001.
MvdR Archive, moma. Professional Papers. Nueva York.
Riley, Terence. Mies in Berlin. Nueva York: Museum of Modern Art, 2002.
Schulze, Franz. Mies van der Rohe. Una biografía crítica. Madrid: Hermann Blume, 1986.
Salvador Lizárraga Sánchez
Doctorando en Teoría e Historia de la Arquitectura, Escuela
Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, Universidad
Politécnica de Cataluña, España
Facultad de Arquitectura, UNAM, México
lizarragasalvador@gmail.com
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Last modification: September 21, 2020