Semánticas inversas: la geoestética crítica de la Torre Reforma
Peter Krieger
DOI: http://dx.doi.org/10.22201/fa.14058901p.2019.42.72899
Inverse Semantics: The Critical Geoaesthetic of Torre Reforma
Peter Krieger
La Torre Reforma se levanta 246 metros sobre un fundamento de 16 pisos subterráneos en un sitio privilegiado del Paseo de la Reforma, cerca del Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México. Construido durante ocho años (2008-2016), este rascacielos de 57 niveles tiene una superficie total de 175 000 m2 y fue diseñado por el despacho de Benjamín Romano/LBR+A. Es, además, una obra sobresaliente dentro de los discursos propagandísticos del mercado inmobiliario; el proyecto está cargado de superlativos: según la página promocional es un “edificio corporativo de clase mundial con sustentabilidad leed Platino”, “ganador del International Highrise Award 2018 como el mejor rascacielos del mundo” 4212N01 –con la aclaración de que fue “elegido por unanimidad por un jurado internacional como el ‘rascacielos más innovador del mundo’.” 4212N02
En profundo contraste con estos elogios –prefabricados por un equipo de relaciones públicas y reproducidos con variaciones menores en diferentes medios–, expongo esta crítica a la Torre Reforma con el objetivo de reflexionar sobre la rutina de la producción arquitectónica no-sustentable y su comunicación visual. De entre los múltiples aspectos que encuentro en este rascacielos destaco sus impactos y significados geofísicos.
Suelo / elevación
Desde la etapa de construcción, este edificio es una representación característica del Antropoceno, era en la que el ser humano y sus productos adquieren fuerza geológica. 4212N03 Para construir los 16 niveles subterráneos se excavó una cantidad inmensa de tierra, que implicó una alteración drástica del suelo de este sitio. Como se debía “integrar” al proyecto una casona histórica preservada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (inbal), los constructores realizaron su “desplazamiento temporal” para luego fijarla en “una charola de concreto.” 4212N04 Dejo a los ingenieros ambientales y a los geofísicos el cálculo preciso de esta profunda alteración terrestre: sacar enormes cantidades de tierra y rocas con maquinaria pesada (quemando hectolitros de diésel que contaminaron la atmósfera) y rellenarlo con concreto (producto de un balance ambiental negativo) 4212N05 y otros materiales de cimentación. Aunque existen actividades con mayor impacto geofísico –pensemos en el fracking y en otras intervenciones del geo-engineering a gran escala, como la construcción de presas gigantescas– es innegable que esta excavación en el Paseo de la Reforma generó un trastorno profundo en la corteza terrestre de la gran urbe.
Más allá de que insertar megaedificios en los bastidores de una casa antigua 4212N06 sea una práctica absurda y parasitaria por parte del desarrollo inmobiliario y sus arquitectos sumisos, es también una muestra de enorme poder geofísico: “realizar un desplazamiento temporal de la casona” 4212N07 consiste en mover un monumento de valor patrimonial cual juguete como cruda demostración de poder ingenieril. Para imponer la construcción, toda materia está disponible al servicio del homo faber: la tierra y la casa.
Como resultado, una vez reubicada la casona y erigida la torre, el proyecto recibió la calificación “LEED Platinum Core & Shell (V2.0).” Es evidente que el impacto ambiental no pesó en las consideraciones sobre el proceso de construcción, pues el simple hecho de una excavación profunda de 16 niveles, necesaria para dar estabilidad a una torre de 246 metros y proveerla de estacionamientos, pone en duda su presunta sustentabilidad.
También el balance energético y el impacto ambiental de los materiales empleados –concreto, aluminio, vidrio–, concentrados en altas cantidades dentro de la estructura vertical, cuestionan su aprobada calidad ecológica. Los efectos climáticos provocados por el levantamiento de rascacielos, como la generación de largas sombras, la canalización extrema de vientos y la elevación de la temperatura promedio en una urbe sellada por asfalto y congestionada por la colocación densa de torres, son factores negativos que también deberían considerarse en un análisis racional del impacto ambiental.
Para decirlo de manera apodíctica: leed no es un instrumento adecuado de medición ambiental, sino una herramienta propagandística de los desarrolladores, constructores y arquitectos de megaproyectos urbanos globales. La construcción ideológica de leed corresponde al abuso político y económico del concepto “sustentabilidad”, 4212N08 un término vacío, ficticio, que justifica construcciones irresponsables en el medio ambiente de las ciudades. Para expresarlo con toda claridad: no existe el rascacielos “ecológico”, sólo hay aplicaciones tecnológicas innovadoras para disminuir su severo daño ambiental. Cualquier intento de justificar la construcción de torres con argumentos ambientales es un green washing, cínicamente empleado por una casta de ávidos inversionistas y sus arquitectos famosos con una ética ecológica deficiente.
Y mientras tanto, la comunicación social de la empresa difunde en su página web:
Torre Reforma es un referente en materia de sustentabilidad en América Latina. La U.S. Green Building Council ha publicado en su portal de Internet las características que certifican oficialmente a Torre Reforma como LEED Platino (Leadership in Energy and Environmental Design) Core and Shell v2 2016, máximo reconocimiento otorgado por el manejo altamente eficiente de recursos. 4212N09
Alzado / irradiación
No obstante, como tipología, el rascacielos cuenta con una historia interesante. Su innovación constructiva y sus innegables cualidades urbano-escenográficas están presentes en el downtown de Manhattan, en la utopía de la “corona de la ciudad” (la Stadtkrone de Bruno Taut) o en las sublimes composiciones de “piel y hueso” de Mies van der Rohe. Los rascacielos marcan paisajes urbanos 4212N10 y generan identidades espaciales, pero también imponen volumen masivo en los tejidos tradicionales de las ciudades, cuestionan su vitalidad y agotan su resiliencia en cuanto al abasto y bombeo de agua, el uso de energía eléctrica para su iluminación, los elevadores y el aire acondicionado, el agobio del transporte público y privado, etcétera.
Existe también un problema estético con la construcción masiva de rascacielos en la mayoría de las ciudades del mundo: casi todas las torres se caracterizan por una banalidad genérica y diseños estandarizados con curtain walls de vidrio y aluminio, lobbies de mármol, rampas de concreto y otros dispositivos intercambiables. La reciente producción de rascacielos en la Ciudad de México comprueba lo que Rem Koolhaas definió como junk space, 4212N11 esos elementos como la Torre Murano y sus nuevo “vecinos” alrededor de la estación del metrobús Dr. Gálvez en la avenida Insurgentes Sur; el “muro visual” de edificios altos que bloquean el panorama desde el segundo piso del Periférico, o los clústeres de nuevos rascacielos cerca del World Trade Center. Se trata de pobres expresiones arquitectónicas con escasa sustentabilidad cultural; son, en resumen, junk, basura que contamina visualmente los entornos urbanos.
Por ello, a escala mundial se realiza una búsqueda casi desesperada de inversionistas para generar signature buildings con rasgos distintivos del diseño o presuntas innovaciones tecnológico-constructivas en materia ambiental –el green washing ya mencionado. A esto se une la Torre Reforma, a la que se puede ubicar dentro del mainstream por representar un diseño diferente. Ésta es una estrategia estética entendible si consideramos la competencia con la cercana Torre Bancomer y otros rascacielos de la zona. 4212N12
Como paréntesis: el hecho de que en este micrositio del Paseo de la Reforma cercano a Chapultepec se concentren las torres, a semejanza de los inversionistas que se agrupan alrededor de una mesa de bistró, de pie, en un business cocktail, es una clara expresión del desarrollo neoliberal de las ciudades, con poco poder de planeación y un débil control por parte de las autoridades municipales. En contraste, en la avenida Reforma Norte se degrada el ambiente socioespacial a niveles preocupantes, al extremo de permitir un hábitat de indigentes, autoconstruido con desechos, en la glorieta del Monumento al Gral. José de San Martín. 4212N13 Tenemos representados así los dos polos extremos de una sociedad segregada en la misma avenida, característica de la capital mexicana
Dentro de ese escenario crítico de la megaurbe se distingue la Torre Reforma por su estructura diferente y una fachada llamativa. Sus contornos se definen por la “forma del pentágono alargado en dos de sus vértices.” 4212N14 Más allá de esta descripción geométrica, hay una semántica deseada de los arquitectos y sus inversionistas, la cual cito de la página promocional –en inglés, porque un requisito esencial de la propaganda es traducir el discurso al idioma universal–: “The 57 story building, distinguished by its triangular form, is composed of two 246 meter high exposed concrete walls, resembling the form of an open book.” 4212N15
La referencia semántica impuesta de su forma sorprende en tiempos de digitalización acelerada, en los que el formato del libro pareciera ser un artificio nostálgico del pasado superado. Un rascacielos hipermoderno se viste, según esta retórica promocional, con un formato anacrónico. Además retoma un modelo sobresaliente de la architecture parlante del comunismo antes de la caída del Muro de Berlín; en concreto, el rascacielos para la Universidad de Leipzig de Alemania, terminado en 1972, que tiene una altura de 142 metros, está dividido en 34 pisos y fue diseñado por el protagónico arquitecto del Estado de la República Democrática de Alemania (la RDA), Herman Henselmann, 4212N16 para la plaza Karl Marx de Leipzig. En este caso, la forma de un libro abierto no se redujo a la semántica arquitectónica de la educación superior del sistema comunista alemán, sino, después de la caída del sistema en 1989, fue apto para su codificación capitalista: a partir de 1998 es propiedad de la empresa inmobiliaria internacional Merrill Lynch. De esta manera, su semántica también sirvió para proyectos capitalistas, tal como sucede con la Torre Reforma.
En México, casi cualquier proyecto arquitectónico con semánticas y capacidades diferentes requiere justificaciones neonacionalistas, estrategia siempre presente en los discursos de Pedro Ramírez Vázquez y Agustín Hernández. 4212N17 No es la excepción en el caso de la Torre Reforma: en la ficción promocional de la empresa y sus arquitectos, “la sólida estructura y las fachadas del concreto están influenciadas por la arquitectura prehispánica y colonial mexicana en donde los materiales sólidos (concreto o piedra) son predominantes.” 4212N18
Son dos referencias culturales que siempre funcionan en México como legitimación cultural de cualquier proyecto arquitectónico –por más absurdo que sea. Además, emplea la sinergia del doble impacto que, en un nivel ideológico-partidario, se contradice: o se hace referencia al neoaztequismo priísta –de la 3T–, o representa un halago a la tradición católico-colonial del panismo. Es un principio básico de las referencias propagandísticas banales, que operan en un ambiente mediático de escasa consciencia crítica acerca de los logros y fracasos del pasado, destinadas a un público desinteresado o mal educado en la materia urbano-arquitectónica.
Más aún: la construcción ideológica del edificio, con su erección física en el cuerpo de la urbe, reclama un valor inherente de la arquitectura (arketektoin, en griego): la solidez. Cito de la página oficial: “Torre Reforma se caracteriza por la fuerza y solidez de ambos muros de concreto […] Además su suave y esbelto diseño inspirado en la tectónica mexicana, acompañados de su imponente altura, hace que estos dos muros de concreto se hayan convertido en los más altos del mundo.” 4212N19
Mensaje / inversión
Sin embargo, y aquí viene el contraargumento, la expresión del cuerpo arquitectónico a través de sus fachadas, en especial de sus segmentos opacos de concreto, según mi lectura, no proclama solidez, sino que refiere a la inestabilidad de construcciones en una zona sísmica. La estética aleatoria de esa fachada, perforada por aberturas al azar, se convierte en un autogol semántico de los diseñadores, una estética arquitectónica paradójica.
Para los arquitectos, la intención estética de los “elementos de concreto prefabricado, distribuidos en sentido horizontal, […] siendo dispuestos contiguos de manera aleatoria” era otra. Retomaron una moda del diseño arquitectónico empleado en 2004 en el proyecto Fiera di Milano por mvrdv/ Winy Maas en colaboración con David Chipperfield, un complejo mixto de oficinas y vivienda. 4212N20 Pareciera un Kunstwollen de las décadas contemporáneas generar “desordenes ordenados”, 4212N21 romper el orden estricto de las fachadas modulares y dejarse guiar por el azar creativo en el proceso de diseño –aun aplicado como eye catcher en las construcciones banales de los shopping malls, como el Paseo Acoxpa, 4212N22 inaugurado en 2010 en la zona de Coapa de la Ciudad de México.
Incluso los propios arquitectos de la Torre Reforma mencionan como fuente de inspiración el Tenerife Espacio de las Artes (tea) de Herzog & de Meuron, terminado en 2008, y el Wanahua Reception Center en Taipeh, Taiwán, por cvs.asdo, de 2014. Esta última referencia abre la pista de comprensión para una codificación semántica no deseada, pero obvia, de la fachada de concreto con aberturas al azar: la ciudad de Taipeh es una de las sesenta metrópolis en el mundo ubicadas en zonas de alta actividad sísmica, 4212N23 en donde forma parte del imaginario arquitectónico cotidiano ver una fachada con piezas sueltas, paneles de cerámica caídos que dejan huecos en un azar determinado por factores geofísicos y déficits constructivos.
De modo que en sus secciones de concreto perforado, la Torre Reforma evoca la memoria visual de los frecuentes sismos en la Ciudad de México. Innumerables fotografías comprueban cómo los fuertes movimientos telúricos hacen caer pedazos de las fachadas opacas. Es una estética de las crisis sísmicas, determinada por las condiciones geofísicas del sitio; una semántica no deseada por los arquitectos y sus inversionistas, por lo que no aparece en los discursos propagandísticos empresariales.
No obstante, la inestable situación geofísica de la Ciudad de México y su inadecuada condición para la construcción de torres altas es un aspecto indispensable dentro del discurso promocional, una condición que arquitectos e ingenieros tergiversan a su favor. Cito –otra vez en el idioma universal de los inversionistas–: “In a city with high seismic activity, the concrete walls were designed to bend due to its openings, repeated every cluster along the tower.” 4212N24 Así definen estos elementos dinámicos de la fachada perforada: una herramienta para garantizar la movilidad sin riesgo en el momento de un terremoto, ya que todo el edificio cuenta con una cimentación anclada en el lecho de roca firme a 60 metros bajo la superficie. 4212N25
La presunta estabilidad de la Torre Reforma convenció también al jurado del dam en Fráncfort de Main, que le otorgó el premio del mejor rascacielos del mundo en 2018. Esto fue porque durante el sismo del 19 de septiembre, el edificio aguantó el movimiento terrestre de la magnitud de 7.1 “que causó el colapso de decenas de construcciones en Ciudad de México.” 4212N26 De manera reiterativa, la coordinadora de la obra del despacho lbr+a subrayó en un artículo: “In a city with high seismic activity, the concrete walls were designed to bend at the punched openings, which are repeated at every cluster along the tower.” 4212N27 La inyección de sustancias engomadas en la cimentación y el diseño estructural con cizalladuras de concreto, entre otras medidas ingenieriles –empleadas, por ejemplo, en las recientes generaciones de rascacielos en Tokio, otra de las zonas más sísmicas del mundo–, 4212N28 acompañan el detalle aparentemente ornamental de las franjas de concreto de 700 milímetros. Así se pretende cumplir la fantasía estética de los arquitectos y el cálculo frío de los ingenieros que hacen de estas aberturas una función importante. 4212N29
Una mirada detallada a la fachada con las franjas alude al principio constructivo del “punto de rotura controlada” –conocido en naves, tubos e incluso barras de chocolate– utilizado después de un percance cuando los dueños no tienen tiempo y dinero para la reparación. Es la típica imagen de las fachadas rotas por un sismo, ejemplos de una estética de la catástrofe y al mismo tiempo de la imperfección, ya que poco tiempo después de la inauguración del edificio el concreto aparente demostró huellas del desgaste y estrías del agua pluvial sucia, indicio de la grave contaminación atmosférica de la enorme Ciudad de México. Por otra parte, en términos de la psicología cultural, esto demuestra la ignorancia colectiva frente a las omnipresentes superficies con manchas, desde banquetas hasta fachadas. En la retórica de los arquitectos de la torre, este defecto se presenta como virtud desde el inicio de la producción de las franjas: “The variations in the concrete mix from day to day resulted in a random pattern of darker and lighter concrete.” 4212N30 El objetivo no fue producir una “inmaculada” fachada de concreto aparente.
Lo que sí salta al ojo, y con ello activa la cognición y la memoria, es la imagen postcatastrófica que conlleva. Quien contempla el mensaje visual de la fachada y cuenta con experiencias empíricas, documentales o incluso dolorosas de la fase posterior a un sismo mayor, la asocia con un estado de desesperación, ya que las arcaicas fuerzas telúricas que se liberan en un terremoto cuestionan cualquier producto de la civilización y dejan huellas en las construcciones. Las superficies perforadas de la Torre Reforma simbolizan un memento mori, son expresión de la caducidad limitada de cualquier construcción dentro del marco amplio de la violenta geohistoria del planeta Tierra. 4212N31
Surge también una melancolía (neo)barroca por la ruina, la cual define el progreso como camino hacia la caída. Peor aún, tal estética alude a la “teoría de ruinas” manifestada por el arquitecto nazi Albert Speer, quien fue comisionado por el Führer para diseñar obras tan monumentales –es decir, megalómanas– que mil años después todavía irradiaran el poder del sistema político nacionalsocialista.
La Torre Reforma está diseñada para “soportar un sismo de 9.0 en la escala de Richter, y la empresa tgc (encargada del diseño antisísmico de Torre Mayor y de la renivelación de la Catedral) fue la encargada de dotar de sistemas resistentes a los terremotos a la Torre Reforma, además de que es el edificio más seguro de Latinoamérica,” 4212N32 informa la entrada en la enciclopedia digital Wikipedia, otro instrumento de propaganda empresarial. Esto quiere decir que, en el caso de una máxima emergencia sísmica, cuando hayan caído todos los edificios de la capital, la Torre Reforma se mantendrá firme y erecta en medio de un mar de escombros, polvo y cadáveres. En este momento hipotético, no previsible, las aberturas aleatorias en la fachada, producto de una geoestética de los sismos, permitirán vistas privilegiadas al desastre; en la retórica oficial, afirmativa, se dice así: “Openings in the concrete shear wall frame views of the city.” 4212N33
Por ello, según mi punto de vista, un rascacielos que pretende ser tan estable frente a un percance geofísico mayor no es un progreso, sino un síntoma de una crisis conceptual de la arquitectura, de su rutina destructiva en los paisajes urbanos, en especial en las sesenta zonas sísmicas del mundo. En imágenes simbólicas, un antecedente de tal escenario catastrófico está presente en Dubai, cuando las inmensas tormentas de arena cubren las torres hipermodernas; o en Beijing, cuando la arquitectura genérica de edificios altos desaparece en el denso esmog. En ambos casos, la vista desde las oficinas ejecutivas de lujo en los pisos superiores ofrece la transmisión en vivo de la propia caída.
En contraste con estos casos genéricos, la Torre Reforma tiene una ventaja, una distinción conceptual: inscribe en su fachada perforada una advertencia sobre las geofuerzas que anuncian la fase posthumana de la Tierra, o por lo menos, ejemplifican el proceso de entropía irrefrenable que vivimos en el Antropoceno tardío. En este sentido, la estética de la imperfección y del desmoronamiento es una inversión semántica considerable y bienvenida.
Universidad de Hamburgo
Investigador
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