La vivienda como representación cultural
Miguel Juárez Pichardo
Resumen
El habitar no sólo ocurre en la vivienda, sino en la totalidad de relaciones con el mundo; la casa responde a una necesidad, pero también ordena el universo del habitante. En tanto que la vivienda es exponente de valores esenciales —de cultura—, el habitante no es un ser individual ajeno a un cuerpo social; de modo que en la vivienda se percibe una función simbólica, cuyo papel está vinculado a la identidad colectiva y a los procesos sociales que la determinarán como producto del trabajo del ser humano.
Palabras clave: habitar, vivienda, cultura
Domestic living: cultural representation
Miguel Juárez Pichardo
Abstract
Domestic living does not only occur in housing, but is in all relations with the world. The house is an answer to a need, but also gives a sense of the inhabitants world. The Dwelling is an exposure of essential values, the culture, so the inhabitant is not an individual being to the community, housing can be perceived as a symbolic function with a roll linked to the collective identity and to the social process that define it as a product of human labor.
Keywords: to dwell, house, culture
El habitar, representación cultural
El estudio de la vivienda podría abordar su objeto como algo más que un espacio habitado. En el presente texto planteamos que la vivienda, y por ende el habitar, son producto del hacer, es decir, resultado de la acción humana. De este modo es posible concebir la vivienda como un espacio de diálogo que permite que la experiencia de habitar quede impregnada de signos indicadores de la imagen de su ocupante.
La vivienda es el espacio que organiza y facilita el día a día, condición que la convierte en más que una mera construcción. Se trata de un lugar vinculado con la historia familiar, con los valores y creencias, con la identidad; sobre todo, es un elemento vinculante con las relaciones sociales. Fundamentalmente, la vivienda es un elemento físico, facilitador de “la memoria, la identificación y la orientación”. 3290N1 Dado que se encuentra arraigada a un lugar específico, a la identidad y la orientación que le da el usuario, nos arriesgamos a afirmar que la vivienda crea al individuo a la vez que ésta es creada por él.
Para comprender la vivienda como un exponente de los valores esenciales de un grupo humano, de sus prácticas sociales y su cultura, es necesario prescindir de perspectivas funcionalistas que intentan encasillarla como proveedora de privacidad, protección y espacios apropiados para las actividades cotidianas, donde el usuario se concibe como un ser individual ajeno a un cuerpo social. Dichos enfoques, como veremos a lo largo de este documento, responden a una imposición cultural; su reproducción pretende preservar el modelo económico, político y social del capitalismo. En contraparte, proponemos reconocer la vivienda desde su función simbólica y explorar su papel vinculado a la identidad colectiva y a los procesos sociales, los cuales la determinan como producto del trabajo del ser humano.
A propósito, consideremos que lo espacial habitable deriva de la noción de “espacio social”. 3290N2 Partamos de la definición del espacio como un producto de la acción humana y no como un objeto metafísico, preexistente a la misma acción, sino más bien como producto social y, como tal, histórico. Acorde con Henri Lefebvre, quien basado en las ciencias sociales y la geografía cultural, propone el término “espacio social” que permite nuevas formas de analizar la arquitectura, los asentamientos humanos y hasta el paisaje mismo, toda vez que dicho concepto contrasta con el espacio abstracto o absoluto. 3290N3
Dicho planteamiento hace posible comprender la arquitectura y la ciudad en términos de las prácticas sociales y de las percepciones que los habitantes tienen, de modo que el espacio se entiende como un conjunto de valores resultado de la producción social con significados colectivos; es decir, cada sociedad produce el espacio que permite su desarrollo. En este sentido el espacio no es neutral, sino que procede de una relación dialéctica con la misma sociedad; se convierte pues en un agente activo en la producción de la sociedad. Lefebvre afirma que el espacio social es el resultado de una secuencia y conjunto de operaciones y, por lo tanto, no puede reducirse al rango de simple objeto. Como resultado de acciones pasadas, el espacio social permite que ocurran nuevas acciones; sugiere unas, mientras inhibe otras.
Al intervenir en los espacios y darles orden, nos hacemos presentes como género humano y le damos sentido a nuestra existencia. A través de la cultura dichas acciones pueden ser categorizadas, lo cual permite vincularnos con la realidad de nuestras memorias y proyectos. La relación con el espacio es un proceso continuo de interpretación, modificación y simbolización del entorno, mismo que humanizamos por medio del trabajo y lo transformamos en un lugar moldeado por la intervención de la cultura.
Habitar responde a la manera como la cultura se manifiesta en el espacio, mediante la intervención humana. 3290N4 Si bien toda actividad llevada a cabo en determinado espacio se da a partir de las condiciones materiales existentes en el momento, también es producto de un una actividad cultural continua.
El espacio nos ordena y se deja ordenar. Dicho orden es continuo y cambiante al mismo tiempo, surge de un momento dado de nuestra existencia, el cual es producto del devenir histórico. Se trata de una relación práctico-productiva dentro del proceso de la producción social del espacio, lo cual justifica que utilicemos para su estudio una perspectiva histórico dialéctica, de modo que las fuerzas productivas y políticas, lo cultural y lo espacial, lo humano y la naturaleza aparecen simultáneamente, cada cual como una determinación-determinada-determinante y no tan sólo como una estructura que sostiene a una superestructura. 3290N5 A partir de ello se vuelve necesario el estudio de la vivienda y del habitar desde una perspectiva histórica y material, lo cual implica un acercamiento a la realidad social.
Con lo dicho hasta aquí hagamos una aproximación a la arquitectura. Si el espacio, más que un volumen de aire contenido por los elementos físicos que componen a la arquitectura, es un contenedor de múltiples actividades que le dan sentido, entonces, para analizar la arquitectura debemos entender los procesos de producción del espacio y su vinculación con las relaciones sociales que representan. Reiteramos que la acción es bidireccional, que la sociedad produce el espacio y a la vez el espacio produce a la sociedad; asumimos que la producción del espacio no es lineal, sino producto de negociaciones culturales. Las negociaciones que se dan en el espacio arquitectónico corresponden a las ideas de hogar, identidad, comunidad, propiedad, género, estética, habitabilidad; en fin, cualquier elemento cultural propio del habitar.
Por tanto, el usuario crea un espacio propio a través de su uso y por medio de la interacción cotidiana. “La casa es un sitio de encuentro para los ámbitos concreto y simbólico de la acción cultural”, 3290N6 cuyo usuario, al ser parte de una sociedad, transmitirá sus saberes y creará tal espacio en interacción con su entorno.
[…] Los edificios y los asentamientos son la expresión visible de la importancia relativa vinculada a distintos aspectos de la vida y las variadas maneras de percibir la realidad. La casa, el pueblo y la ciudad expresan el hecho de que las sociedades comparten ciertas metas y valores generalmente aceptados. 3290N7
En cuanto la vivienda es acción cultural, es reflejo de valores, modos de vida y concepciones del mundo de cierto grupo social. La vivienda se produce con una dimensión simbólica, expresada en la disposición de los espacios. La arquitectura complementa el medio físico con un medio simbólico, es decir, se produce un medio ambiente de formas significativas. Dado que la vida humana no puede llevarse a cabo en cualquier sitio, se fija a un lugar que representa su cosmovisión; en otras palabras, se habita un sistema de espacios significativos.
El conjunto espacial de la vivienda está vinculado estrechamente con las prácticas y los valores culturales previamente establecidos. En tanto que proceso bidireccional, cualquier modificación en la estructura espacial traerá consigo cambios de índole cultural o social. La forma de ocupar o no los espacios revela cómo se articula dicho espacio como contenedor, impulsor o inhibidor de actividades; la arquitectura puede preceder a un cambio en las costumbres o en el modo de vida y no necesariamente ser resultado de ello.
La vivienda como medio para las prácticas sociales, y a su vez como producto de ellas, posibilita y ejecuta una relación dialéctica entre el ser humano y sus acciones. Esta relación es estrecha y se realiza entre el espacio, la arquitectura y el usuario. Se torna aún más evidente cuando se trata de la vivienda, puesto que los espacios habitacionales guardan una relación íntima con el modo de vida e inciden en la realización de actividades cotidianas, y por ende, en los comportamientos sociales.

La vida al interior de una vivienda zoque en Copainalá, Chiapas, 2013 Fotografía: Miguel A. Juárez Pichardo

Detalle de ventana en departamento en el centro de la Ciudad de México, 2012. Fotografía: Miguel A. Juárez Pichardo

Casa nueva construida con sistema tradicional en Mazatán, Chiapas, 2014. Fotografía: Miguel A. Juárez Pichardo
Utilizar una casa y vivirla no es simplemente un hecho simbólico abstracto. Los espacios de la casa, al no ser espacios neutrales, no se limitan a un mero reflejo de la cultura que los produce, sino que adquieren un rol activo en la reproducción y desarrollo de los valores culturales, las prácticas y costumbres asociadas a un grupo humano. Rapoport describe a la casa, en su libro Vivienda y cultura, 3290N8 como “una institución, no únicamente una estructura”; 3290N9 en consecuencia, en la vivienda podemos identificar la incidencia de factores sociales y culturales en dos direcciones: como determinada y como determinante. De esta forma, la vivienda adquiere un modo activo en el entramado social, siempre que la arquitectura, en general, y particularmente la casa habitación dejen de concebirse como contenedores pasivos, para así observar su función de socialización. 3290N10 La vivienda puede inhibir algunas prácticas o modificar relaciones familiares o del grupo humano, y convertirse en un mecanismo de cambio o hasta de control social.
La vivienda refleja y confecciona las prácticas sociales y culturales de determinado grupo humano; al mismo tiempo, los seres humanos contribuyen a la construcción de dichas prácticas. Si la vivienda participa activamente en un grupo humano y en la formación de los procesos culturales y sociales, se convierte en un “ente con poder de transformación social”. 3290N11 Hilando con lo dicho por Rapoport, si el espacio arquitectónico es más que un escenario pasivo y lo identificamos como un elemento clave en el proceso de producción social, los usos y las actividades que en él se realizan equivalen a las producidas por las instituciones y estructuras de poder.
Ahora bien, si la vivienda se comporta como una estructura de poder, a partir de Foucault 3290N12 podemos observar que dicha estructura se sostiene gracias a que existe un cierto acuerdo entre las partes, y que el ser humano que construye su espacio querrá participar de un modelo social; por lo tanto, toda decisión en torno a la vivienda —ya sea en su construcción, forma, distribución o materiales— estará determinada y determinará las prácticas y acciones de varias esferas de la sociedad. A su vez, esta vivienda dejará de representar una herramienta cognitiva para convertirse también en una herramienta de tipo normativo y así otorgar un orden cultural al mundo que la rodea; mundo ordenado por la actividad o trabajo humano, toda vez que el humano adquiere una posición consciente respecto a su entorno, mediante su percepción y su relación con los significados y memorias colectivas.
El mundo, es el en-donde el ser humano habita. Su habitar exige todo un mundo instrumental. Estos instrumentos nos hablan de una capacidad que tiene el hombre de hacer su casa en todo lugar en donde habita. […] pero el ser humano, desde que de pie observó el horizonte en el origen de la historia, constituyó ya un mundo y comenzó a poblarlo (para hacerlo más confortable, más habitable, más humano = humanización de la naturaleza) de útiles. […] el ser humano se abrirá a un mundo y lo poblará de instrumentos […] Esto exige, como condición, una capacidad comprensiva y libre que pueda detenerse ante las cosas, fijarlas ante su mirada (dejarlas estar siendo […] diría Heidegger […] en lo que consiste fundamentalmente la libertad) y comprenderlas en su ser. […] Solo quien puede descubrir (de-velar = verdad […]) la consistencia de un ente puede después manipular a dichos entes para otros fines, para otros proyectos. Estos fines y proyectos son objetivos que se inventa el hombre dentro de su mundo; el hombre habita su mundo proyectivamente, prospectivamente. 3290N13
La cita es una construcción filosófica de Enrique Dussel a partir de los escritos de Martin Heidegger, quien a su vez, en su muy famosa conferencia “Construir, habitar, pensar”, dictada en 1951 para arquitectos que entonces estaban luchando por reconstruir Alemania tras la devastación de la guerra, subraya la farsa que significa reducir el habitar a “tener un alojamiento” o refugio. Asimismo, resalta la importancia de asimilar la significación de “sentirse en casa” aplicada al habitar.
Para Heidegger “[…] ser humano significa: estar en la tierra como mortal, significa habitar. […] significa que el hombre es en la medida que habita, […] significa al mismo tiempo abrigar y cuidar; así cultivar, construir […] este construir sólo cobija el crecimiento que por sí mismo hace madurar sus frutos” . 3290N14 Para el filósofo, lo familiar, lo hogareño, funge como ancla, como eje central de la actividad de habitar, la cual requiere de una construcción, misma que, a su vez, constituye nuestro sentido de habitar.
Vale la pena detenernos en el orden de los elementos que Heidegger estableció en el título de su conferencia: construir, habitar, pensar. Para construir, el ser humano requiere instrumentos cognoscitivos y materiales, que humanizarán su entorno consolidando un mundo; un mundo que proyectó, un mundo que primero pensó y después ejecutó. “[…] Construir no es sólo un medio para habitar. El construir ya es en sí mismo, habitar; sólo si somos capaces de habitar podemos construir”; es decir, la vivienda crea al ser humano a la vez que es creado por ella, o en la terminología marxista, “la producción no produce sólo un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto.” 3290N15

Permanencia de una vivienda tradicional maya frente a una vivienda moderna en Yucatán, 2014. Fotografía: Miguel A. Juárez Pichardo

Casa en Las Cruces, Nuevo México, que retoma elementos tradicionales, 2013. Fotografía: Miguel A. Juárez Pichardo

Acceso a casa en La Mesilla, Nuevo México, con clara alusión intercultural, 2013. Fotografía: Miguel A. Juárez Pichardo
Retomemos lo dicho por Dussel: el ser humano puede detenerse ante las cosas, comprenderlas en su ser y descubrir que puede manipularlas. En el contexto de la vivienda, aunque se le haya conceptualizado como un “ente” construido para diversos fines, recordemos cómo el trabajo humano ordena el mundo acorde a su relación con los significados y memorias colectivas; asimismo, que toda actividad está condicionada por un entorno histórico-social. En consecuencia, la vivienda, toda vez que es producto del trabajo humano, ordena al mundo, “donde se habita” en términos de Heidegger; ordena al hábitat, sin dejar de estar condicionada por el entorno, natural y social, lo que muchos denominan medio ambiente.
Para saber de dónde surgen las ideas que construyen esa ancla social que proporciona el habitar, hay que examinar en qué marco se engendran sus ideas conceptuales, cuál es el fundamento del proyecto de la vivienda en relación con la identidad del usuario. De modo que el medio ambiente se vuelve necesario para comprender la asignación formal que se le otorgará a la arquitectura. Por acción de dicha determinante aparecen tipologías, se incorporan tecnologías y las concepciones formales se evidencian.
Según Irigoyen Castillo, 3290N16 diseña con el medio ambiente como factor, como sujeto y como objeto, todo dentro de una tendencia y ordenamiento lógico. Esta lógica empírica se define por todo el cúmulo de elementos retomados del entorno, los cuales son objetos culturales que se reproducen plasmando o heredando su historia, ajustando únicamente su función, uso y significado como respuesta a una determinada situación. Dicho mecanismo consiste en recuperaciones de carácter histórico cultural que vinculan a los objetos, por su uso, con el individuo que los produce, a medida que el mismo individuo los consume. De acuerdo con Irigoyen Castillo, existe una necesidad que desata deseos y pulsiones en los individuos, lo cual los obliga a realizar cualquier elemento material.
En resumen, la vivienda es una respuesta lógica y clara a las determinaciones, primero, del ambiente, y después de la cultura; respuesta que surge de la necesidad de resolver el problema de las inclemencias del tiempo, la necesidad de tener seguridad y protegerse. En cada sociedad capaz de resolver dichos problemas apareció una casa. Las “pulsiones” de la cultura se vuelven inapelables porque se ordenan, objetivan y producen un proyecto que puede ser construido, que se puede volver material.
Se habita desde la cultura, desde la subjetividad, como protagónica del diseño, hasta la objetividad planteada en el objeto. La casa es una entidad real que responde a una necesidad o deseo de los individuos. No obstante, como ya se ha señalado, el habitar no sólo ocurre en la vivienda, sino en la totalidad de relaciones con el mundo; habitar es permanecer en esta totalidad, la casa está vinculada con la necesidad de abrigo, de techo, de protección, pues responde a ello, pero también es un centro, un ancla, un punto de referencia, un ordenador del mundo del habitante.
La vivienda es una construcción con cualidades a partir de principios objetivos; como edificación material, parte de elementos espaciales; es orden y cualidad, y cuantificación en cuanto materia; cualificación, si deviene en conciencia. Es realidad física que retoma elementos de la naturaleza y adquiere, a la vez, formas del entorno social, formas ideológicas. Todo ello unido por la razón y basado en la naturaleza física e histórica; recordemos que lo cultural no se niega con lo natural, más bien es la síntesis de su realización objetiva.
La descripción del proceso de diseño es equivalente a la captación de cualidades, vistas como relaciones. Las cualidades se escogen, se clarifican y se cohesionan. La observación de lo cuantitativo, que corresponde a la parte tecnificable del proceso, se subordina a las cualidades que ofrece. 3290N17
El orden en la concepción de la idea de la vivienda es una cualidad que impulsa la acción sobre la naturaleza. El orden es necesario para construir objetos racionales, y al ser un objeto cultural, tiene una base múltiple de influencias que otorgan una dimensión conceptual mediada por la imaginación.
Ahora bien, la relación que establece la imaginación, en tanto que rasgo psicoanalítico, con el entorno social, ha sido analizada por la psicología social. Gastón Bachelard, uno de los primeros en incluir elementos psicosociales a la concepción del habitar, en su libro La poética del espacio propone que el estudio de la vivienda tiene que trascender los problemas de descripción, sea esta objetiva o subjetiva, de hechos o percepciones, y propone “preguntarnos, ¿cómo habitamos nuestro espacio vital, de acuerdo con la dialéctica de la vida?, ¿cómo nos enraizamos día tras día, en un rincón del mundo?”. 3290N18
La manera como ordenamos nuestro espacio es una manera de plasmar nuestra identidad; de esta forma nos vemos reflejados en él. De ahí que la vivienda condicione la relación de sus habitantes con el espacio habitable. Si el habitar, como ya lo hemos visto, establece un orden, éste puede ser impuesto o inducido por la forma del espacio; si dicho espacio es determinado, como también se ha señalado, por el medio ambiente, por las relaciones con la naturaleza y la sociedad, no queda duda que para estudiar la vivienda debemos analizarla más allá de sus funciones.
La casa es el lugar que valida nuestras identidades —colectivas e individuales—, es el lugar que nos ofrece seguridad. Un hogar recoge lo colectivo y lo personal, por ello podríamos decir que es un espejo del alma y un campo indivisible de la memoria. Asimismo, dado que se encuentra en contacto con el medio ambiente natural y social circundante, establece una relación directa con un lugar específico.
A manera de conclusión, subrayemos que el elemento físico y material o ente social denominado “vivienda”, es más que el reflejo de la cultura donde se produjo; también juega un papel activo en la reproducción de los valores culturales, las prácticas y costumbres asociadas a la comunidad donde se erigió. En ella están concentrados conocimientos de siglos de experiencia inherente a cierta cosmovisión, creencias, costumbres y vida cotidiana de tal o cual población. Esto implica que el habitar puede ser estudiado como un proceso intercultural, y la vivienda, como un objeto intercultural. Dicho estudio mostraría contrastes o contradicciones históricas, mezclas heterogéneas, variaciones en el orden incorporado al diseño del espacio y saltos en el orden producido por sus habitantes. En otras palabras, la arquitectura en general, la vivienda en particular, es activa, está viva, nunca permanece neutral ni pasiva; por el contrario, es capaz de impulsar cambios culturales significativos.
Tenemos la posibilidad de releer la historia, de hacer una especie de psicoanálisis mediante el cual encontrar fracturas, combinaciones y mezclas culturales; podemos hurgar en el pasado material y encontrar concepciones del mundo incorporadas a un tipo arquitectónico ya edificado, pero también podemos identificar las prácticas sociales de los habitantes para producir su propio orden y su propia concepción del mundo.
Toda vez que la vivienda es una prolongación material de las formas de vida y expresa los valores de una sociedad, es el resumen de los hábitos de determinado grupo social. La casa es la sede, el ancla en la vida cotidiana del ser humano; por lo tanto, en ella se materializan ciertos códigos de costumbres y reglas de orden. A partir de la memoria colectiva, se actualiza la identidad social e individual que será detonante del crecimiento material de un espacio llamado casa; al mismo tiempo, el crecimiento de los individuos conlleva a la creación de un tejido de relaciones entre cada uno y sus espacios habitables. Podríamos decir que la vivienda es el arquetipo universal, cargado de “pulsaciones” existenciales; es evidente que en ella se encuentran de forma constante los sueños, las aspiraciones, los proyectos que definen nuestra personalidad. “En esas formas, como producto cultural, se encuentra la suma histórica de las definiciones de los objetos, construidas desde múltiples vertientes. La cultura se recupera en la diversa, compleja y heterogénea explicación de sus objetos.” 3290N19
Los espacios de la vivienda no surgen de la nada, han sido imaginados y diseñados por el ser humano en un proceso cognoscente; en sus formas, en sus tipos, en su funcionamiento, aparecen expresados los intereses de un diseñador, quien pertenece a un grupo social con una particular visión de mundo, con proyectos y aspiraciones, con un orden social y cultural. Sus proyectos subjetivos aspiran a que, desde la objetividad, puedan ser leídos de forma concreta; a que los objetos producidos trasmitan un mensaje, una intención o una ideología.
La vivienda no constituye una máquina de habitar, responde a lógicas sociales de producción, a partir de la conjunción de necesidades y oportunidades sociales y económicas, reproduciendo universos culturales compuestos de símbolos, emociones y relaciones de poder. Habitar es una de las más significantes características de la cultura. A través de esta actividad los pueblos expresan la materialidad de su mundo, cómo se relacionan con su entorno. Un pueblo amerindio resuelve su casa en relación con el cosmos; en su vivienda, un pueblo cercano al agua tendrá elementos vinculantes al elemento que lo rodea —peces, algas, canoas—; un pueblo urbano sumergido en el capitalismo, expresará en su habitar su deseo de consumo, de pertenecer, su individualidad, su aislamiento, su aspiración de poder. La vivienda expresa aquello que queremos ser, pero al mismo tiempo evidencia cuán grandes son nuestro temores.
Referencias
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Miguel Juárez Pichardo
Maestría en Arquitectura, UNAM
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