El pabellón de la España posible. Bruselas, 1958 y Nueva York, 1964 en la prensa no especializada española
Alberto Ruiz Colmenar
Resumen
Durante todo el siglo xx, la celebración de exposiciones internacionales –en cualquiera de sus modalidades– se convirtió en uno de esos breves, aunque significativos, momentos en que la arquitectura se coloca en el foco de interés de la sociedad. Su carácter efímero pone a la disciplina en relación con la difusión directa e inmediata, características del medio periodístico. En consecuencia, parece pertinente analizar cómo se articula esta relación. Para ello, a continuación se estudia el tratamiento que la prensa generalista española otorgó a dos de estos acontecimientos que marcaron un cambio de rumbo en la arquitectura de la época: la participación del país en las exposiciones de Bruselas en 1958 y de Nueva York en 1964. Los pabellones de José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún en un caso, y de Javier Carvajal en el otro, simbolizaron la apuesta por la modernidad de la arquitectura española tras la guerra civil y, en cierto modo, reflejaron el proceso de madurez de su sociedad. La prensa, en su carácter de espejo público de la realidad de un país, terminó por poner de manifiesto los intereses y las inquietudes de éste. En cuanto a la arquitectura –cuyas repercusiones sociales un medio de difusión generalista no pudo dejar de lado–, aquellos pabellones dieron forma al anhelo de esa “España posible” con que Javier Carvajal definía su proyecto para Nueva York.
Palabras clave: exposiciones universales, prensa no especializada, difusión, arquitectura española, siglo XX
The Pavilion of a Possible Spain: Brussels, 1958 and New York, 1964 in Spain’s Non-Specialist Press
Alberto Ruiz Colmenar
Abstract
Throughout the twentieth century, international exhibitions – in any of their forms – became brief but significant moments in which architecture was at the center of societal attention. Their ephemeral nature puts the discipline in contact with the direct, immediate dissemination that characterizes the journalistic medium. It is therefore important to analyze how this relationship is articulated. This article studies the treatment in the non-specialist Spanish press of two events that represented architectural watersheds: the country’s participation in Expo 58 in Brussels and the 1964 World’s Fair in New York. The pavilions by José Antonio Corrales and Ramón Vázquez Molezún, in the first case, and Javier Carvajal, in the second, symbolized Spanish architecture’s commitment to modernity following the civil war and, in a way, reflected society’s process of maturation. The press, acting as a public mirror of the country’s realities, expressed the latter’s interests and concerns. In terms of architecture – whose social repercussions could not be ignored by the non-specialist press – these pavilions gave form to that desire for a “possible Spain”: the term Javier Carvajal used to describe his New York project.
Keywords: International Exhibitions, Non-Specialist Press, Dissemination, Spanish Architecture, Twentieth Century
El 12 de mayo de 1956 aparecía, en una nota breve del periódico ABC, la noticia del fallo del concurso de ideas para el pabellón español en la Exposición Universal de Bruselas, por celebrarse en 1958. El trabajo premiado se presentaba bajo el lema “345-535” y venía firmado por José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún. 4307N01 Más allá de esta noticia, la reacción de la prensa generalista podría calificarse, en el mejor de los casos, como tibia. El hecho de que dos jóvenes arquitectos ganaran el concurso del pabellón para la Exposición pasó casi inadvertido entre otras noticias de actualidad.
Esta circunstancia permite enmarcar el objetivo de este trabajo, que pretende incidir en cómo la prensa no especializada participó en el tránsito de la arquitectura española hacia la modernidad, uno de los grandes temas de la historiografía arquitectónica del siglo XX. El relato de los acontecimientos que llevaron al país a su tardía, pero convencida, incorporación a la contemporaneidad ha sido detalladamente estudiado por la literatura especializada. Sin embargo, es a través de las reseñas aparecidas en la prensa generalista como resulta posible entender el impacto que ese complicado camino tuvo en la sociedad española. Las Exposiciones Universales suponen uno de esos breves, aunque brillantes, momentos en que la arquitectura consigue atraer la atención de los medios de comunicación. Ambos mundos –prensa y arquitectura expositiva– comparten, además, una condición efímera que hace pertinente estudiar la forma en que los medios de difusión no especializada analizaron dos momentos clave de este tránsito hacia la modernidad arquitectónica en España: las Exposiciones Universales de Bruselas, en 1958, y de Nueva York, en 1964.
Desde el punto de vista metodológico, y al tratarse de un estudio documental, el proceso de trabajo se ha basado fundamentalmente en la revisión directa de las fuentes. Para ello se han escogido los dos periódicos de mayor impacto en la España de la época: ABC, que incluye a su semanario Blanco y Negro, y La Vanguardia. En sus hemerotecas ha sido posible buscar y seleccionar los ejemplares para posteriormente analizar aquellos artículos que, de una manera u otra, dieron difusión a ambos eventos.
A un año de la inauguración del evento, con la obra ya en marcha, el proyecto empezó a gozar de cierta difusión. Se publicaron varios artículos, entre ellos una entrevista con el marqués de Santa Cruz, el Comisario General de España en la Exposición, donde declaraba:
En cuanto a nuestro pabellón, ni será de los más grandes ni de los más chicos. Ahora estamos dentro de esa línea modernísima que va a presidir la arquitectura de todos los demás […] Ahora ya podemos hablar de él y decir, además, que tenemos unos excelentes arquitectos y que estamos seguros de que en este pabellón de Bruselas lograrán destacar, una vez más, por su gran originalidad y por la forma con que han sacado partido a unos terrenos con grandes desniveles y con unas zonas de árboles que es preciso respetar.
Esta entrevista viene acompañada de una fotografía de los arquitectos junto a la maqueta del proyecto. 4307N02 Lo cierto es que las autoridades españolas –y la sociedad en general– estaban muy lejos de esa “línea modernísima” a la que aludía el Marqués de Santa Cruz. En cierto modo, el éxito del pabellón cogió a todo el mundo con el paso cambiado, aunque es cierto que la apuesta por estos jóvenes arquitectos supuso un innegable triunfo para el país, que comprobó que esta arquitectura podía ser un referente del cual sentirse orgulloso.
Con toda seguridad, el artículo publicado con anterioridad a la inauguración más destacado es el que firma José Olmo en la edición de ABC del día 8 de octubre de ese mismo año, en el que entrevista a José Antonio Corrales. No es habitual conocer de primera mano la descripción del edificio por su autor –menos aún en prensa no especializada–, lo que hace a esta pieza particularmente interesante.
El pabellón español, con una asignación de 6 500 metros cuadrados, de los cuales 3 500 están destinados a la edificación, se alza sobre una pequeña elevación del terreno, rodeada de árboles. Siguiendo las alturas que presenta dicho terreno, hemos ido proyectando por partes el pabellón. Y así veremos que, a un lado y otro del pequeño montículo, la disposición del edificio es escalonada. Ello hace imaginar una pirámide, vista longitudinalmente, de base muy grande, a la que correspondiese una altura de muy escasas dimensiones. La visión del pabellón, en maqueta, comprendo que es un poco extraña. El tejado es una serie de hexágonos de acero unidos, en cuyo centro existe un orificio de desagüe, que se continúa hasta el suelo por el interior de cada columna. No hay tabiques. El aspecto que se nos ofrece desde dentro permite la comparación con una mezquita. 4307N03
Muy al contrario de otras descripciones habituales en el mundo de la arquitectura, las explicaciones de José Antonio Corrales son simples, concretas y fáciles de asimilar. Se comprueba de esta manera que la sensatez y la claridad de ideas de las que siempre hicieron gala estos arquitectos no eran exclusivas de sus proyectos.
Habrá visitantes compatriotas que afirmen que aquello no es estilo español, que preferirían ver un patio andaluz o una masía. Contra ellos no hay argumentación posible. Modestamente, opino que todo lo original y bello creado por españoles, aunque no se parezca a lo conocido, puede representar justamente a España. 4307N05
La cuestión del “estilo español” era uno de los temas más controvertidos en la discusión arquitectónica del momento. La idea de recuperar de forma casi mimética los estilos tradicionales españoles –asunto que, por otra parte, tampoco era fácil de concretar– había empezado a resquebrajarse tan pronto unos cuantos arquitectos empezaron a desarrollar ideas más cercanas a las aceptadas en el resto de Europa. El movimiento moderno y sus posteriores evoluciones pintaron un panorama que poco tenía que ver con aquello que en España se intentaba imponer de forma oficial aun a tales alturas del siglo. Lo cierto es que gran parte de la sociedad –como apunta Calvillo en el artículo– todavía se decantaba por la imaginería tradicional y un poco rancia que representaban los estilos autóctonos. A pesar de ello, la evolución de la arquitectura en España era ya un fenómeno imparable y edificios como el pabellón de Bruselas lo ponían de manifiesto sin lugar a dudas.
En relación con esto, merece mención una editorial de ABC publicada en 1959 y titulada “La Nueva Arquitectura.” Su autor, José Camón Aznar, catedrático de Historia del arte medieval y decano de la Facultad de Filosofía y Letras, acometía un recorrido cronológico general sobre la evolución de la disciplina. En él, recuperaba la importancia que edificios como el de Corrales y Molezún habían supuesto para la consolidación de un estilo que había superado el mimetismo historicista para desarrollar una imagen que, aunque moderna, se basaba en la mejor tradición constructiva y en el respeto a la historia arquitectónica del país.
En cualquier caso, la pericia de la arquitectura ha consistido en articular cubiertas y apoyos, absorbiendo pesos y contrarrestos. Pero ahora nos encontramos con que los nuevos materiales han fundido esos dos elementos. Con que en la nueva arquitectura no hay encaje entre muros y techos. Aparecen soldados, formando una unidad plástica […] Ya la forma ha sido dominada y puede ser imaginada desde el exterior. Es ésta la gran lección de la Exposición de Bruselas. […] La estructura arquitectónica puede subordinarse desde ahora a los caprichos de la invención. En este sentido podemos decir que estamos en los albores de unas fabulosas posibilidades de creación arquitectónica cuyo precursor habría sido Gaudí.
Ante estas posibilidades de transponer a las formas arquitectónicas el mundo de la naturaleza y la poesía cabe, sin embargo, cuestionar si la más auténtica creación no estará en embridar la fantasía con números y proporciones, en volver a prestigiar los números rectos, en ordenar muros y cubiertas con calculada y firme claridad. En mantener, en una palabra, el clasicismo que convierta la fuerza de gravedad en geometría y ésta en belleza pura. 4307N06
La pieza más relevante para esta investigación la firmó Miguel Fisac en Blanco y Negro. Como enviado especial, Fisac se encargó de escribir el reportaje sobre la Exposición de Bruselas. Su artículo refleja a la perfección el característico tono de los escritos del arquitecto, muy crítico en general y ciertamente sentencioso. Definía la exposición como “patética exposición plástica de la incomprensión que reina entre los pueblos y entre los hombres,” y, aunque hablaba del pabellón español como de una “felicísima concepción estructural y honradísima sobriedad,” lo cierto es que no hizo particular hincapié en el edificio, y más bien se embarcó en una demoledora crítica del “empacho arbitrario de genialidades” del que, a su juicio, adolecía la muestra. 4307N07 Esta actitud resulta sorprendente, sobre todo si tenemos en cuenta que Miguel Fisac fue parte del jurado que falló el concurso para ese pabellón, y, según parece, uno de los máximos defensores del proyecto en las deliberaciones. A decir de Joaquín Vaquero Turcios, “en el concurso para la solución arquitectónica del pabellón de España en la Exposición Universal de Bruselas, la propuesta por José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún era deslumbradora y fue inmediatamente reconocida como la mejor por Fisac quien, según parece, arrastró al resto de los miembros.” 4307N08
Si regresamos a las páginas de La Vanguardia encontraremos en sus titulares el eco del pabellón y un fuerte acento en la repercusión social del evento. En este medio no se publicaron, pues, análisis pormenorizados, ni mucho menos críticos, acerca del proyecto. La cobertura informativa se ciñó a dos crónicas enviadas por Carlos Sentís –por aquel entonces corresponsal del periódico y posteriormente miembro de su consejo directivo– durante el mes de abril de 1958, en plena celebración de la Exposición. En la primera de ellas comentaba brevemente:
Este pabellón representativo de España, por sus muros, planos de cristal superpuestos y otros aspectos y detalles, constituye una novedad arquitectónica. Sus arquitectos, Vázquez Molezún y Corrales, no han querido recargarlo con demasiados objetos y detalles. Han querido representar a España a través de algunas alegorías: la tierra, el hombre, el trabajo y la fiesta, evocadas en enormes fotografías originalmente colocadas y debidas a Francisco Catalá Roca. 4307N09
En la crónica publicada al día siguiente no había mención alguna del pabellón español, aunque el autor sí se detenía en alguno que otro detalle arquitectónico de la Exposición:
Como algunos platos de Navidad, en esa Exposición es quizá mejor el relleno que el pavo; el contenido que el continente. El marco de la Exposición no me ha parecido ni original ni sorprendente […] Carente de gracia y de belleza arquitectónica, le sucede al Atomium algo parecido a los cuatro pabellones que de esta exposición aportan lo que puede ser un nuevo estilo arquitectónico: El de Francia y el de la ciudad de París […], el de Norteamérica […] y el de la Philips, inacabado –no lo he visto por dentro– cuyo proyecto se debe a Le Corbusier.
Pero hay un hecho cierto: a las gentes no les gustan demasiado. La arquitectura que por extensión –partiendo de la pintura– podríamos llamar abstracta, interesa a unos cuantos y gusta a muy pocos. 4307N10
En cualquier caso, estos eventos se habían convertido en acontecimientos mundiales y lo cierto es que la gran mayoría de los medios de comunicación le prestaba ya una atención preferente. Más allá del estudio de la difusión de estas exposiciones en las páginas de ABC y La Vanguardia, se puede rastrear la aparición de noticias sobre la muestra en otros titulares e, incluso, en otros medios de comunicación característicos del régimen franquista, como Noticiarios y Documentales (NO-DO). 4307N11 Algunas notas son particularmente interesantes, como las del Diario Ya, que dedicó, entre los meses de abril y octubre de 1958, varias crónicas de su enviado especial, Antonio Mira, en las que se incluía algunas fotografías del pabellón español. 4307N12
Entre tales informaciones destaca el artículo firmado el día 21 de mayo por José María Fontana, “España en Bruselas: cero e infinito,” pues demuestra que la admiración por el proyecto de Corrales y Molezún no era ni mucho menos unánime:
Con aluminio, vidrio y grises, se han construido unas células en forma de panel metalúrgico: eso es España en Bruselas. Hasta las fotos –casi único objeto exhibido– son grisáceas y neblinosas. Ni un paisaje, ni un monumento, ni un cachito de sol, ni una flor, excepto las belgas, que lo rodean en oleadas multicolores.
Los españoles –hemos de deducir– somos los únicos en tomar en serio –y en extremo– el arte atómico. Los otros países utilizan colores y formas, exhiben y argumentan, buscando la belleza, el arte o el confort. Ellos han ido a Bruselas para gustar y convencer; nosotros –¡qué demonio!– hemos ido a demostrar la postura estética de unos señores, y que se fastidien España y el mundo.
En este sentido, nuestro pabellón es tan negativo que pudiera ser, si subsistiera dentro de cien años, una previsión genial […] Un grisáceo entramado de células monótonas, donde no hay nada: tierra, fuego, radiografías, rocas, olas… Todo desintegrado, esquematizado, monótono e incomprensiblemente yuxtapuesto, pegado al suelo como surgiendo del abismo, igual que troneras para ver el infierno. 4307N13
Este análisis de difusión en la prensa generalista permite relativizar, en cierto modo, la elogiosa acogida que el pabellón tuvo entre las publicaciones especializadas. Al respecto, sólo en cuanto a las revistas españolas editadas en aquel momento, la Revista Nacional de Arquitectura le dedicó artículos en los números 175 (1956) y 188 (1957), de forma previa a la inauguración, en los cuales reseñó el concurso de arquitectura y el de la instalación interior. Una vez inaugurado, aparecieron artículos en los números 198 y 200 (1958). Informes de la Construcción le dedicó dos artículos en sus números 104 y 106 (1958), en los que analizó en profundidad las soluciones constructivas adoptadas. Finalmente, Cuadernos de Arquitectura reproducía en su número 32 (1958) los artículos aparecidos en The Architectural Review y L’Architettura –este último firmado por Bruno Zevi–, que venían a acompañar a la reseña ya citada de Architectural Forum.
Podemos estar de acuerdo en que, desde un punto de vista crítico, el nivel arquitectónico de estas muestras no había hecho sino aumentar desde 1929, y había encontrado en las Exposiciones algunas de las piezas icónicas de la arquitectura del siglo XX; sin embargo, la sociedad que debía disfrutarlas empezaba a entrar en un estado de falta de ilusión al respecto. Esto posiblemente motivó que el nivel de calidad de los certámenes fuera cayendo progresivamente, con una feliz excepción, al menos desde el punto de vista de la participación española: la Feria Mundial celebrada en Nueva York en 1964.
El éxito, aún reciente, del pabellón español en Bruselas había creado una gran expectación entre el público, misma que se reflejó desde varios meses antes de la inauguración en la aparición regular de notas de prensa sobre el concurso, su fallo y la posterior construcción del pabellón. 4307N14
Una vez inaugurada la Feria, el despliegue informativo fue notable. Es evidente que un acontecimiento de este calado produce interés mediático; de modo que la prensa se llenó de referencias a la parte más simbólica de la presencia española. Aunque gran parte de los artículos se referían a actos sociales de mayor o menor importancia que tuvieron el pabellón como escenario, es significativo comprobar que, en este caso, el edificio de Carvajal fue el centro de atención de la mayor parte de las informaciones. El indudable éxito de crítica sirvió para que el cada vez más acusado “orgullo patrio” se materializara en un elemento concreto, en este caso, en una pieza de arquitectura. Las alusiones a ésta abundan, entre las que destaca una de las escasísimas portadas que ABC dedicaría a la arquitectura española, misma que, además, se publicó en color. 4307N15
En palabras del propio arquitecto, recogidas por el corresponsal de La Vanguardia en la Feria, “[la] idea es que la tradición no es una cosa muerta, sino que se trata de algo contemporáneo, vivo y cara al futuro, que la historia no es empezar ni volver sino continuar. En fin, he tratado de hacer el pabellón de la España de hoy y, más aún, el pabellón de la España posible.” 4307N16 Existe en este caso una circunstancia fundamental relativa a la repercusión de este edificio –y en cierto modo al peso de la propia Feria– que tiene que ver con lo que podríamos llamar su componente mediático. Si las exposiciones anteriores se habían tratado con orgullo, pero con cierta distancia, Nueva York supone la primera ocasión en que España, ya plenamente integrada en el concierto internacional, considera el evento como un auténtico escaparate publicitario. Lejos de cierta timidez demostrada en Bruselas, el despliegue mediático de ésta estuvo al nivel del demostrado por el propio país anfitrión.
Este énfasis comenzó por el propio arquitecto. Pese a su juventud, Javier Carvajal ya gozaba de un indudable prestigio conseguido gracias al proyecto de la Facultad de Altos Estudios Mercantiles de Barcelona, en 1955, y al premio en la Trienal de Milán de 1957. Por encima de ello, el concurso de este pabellón lo convirtió en una celebridad.
La atención por parte de la prensa incluyó un curioso artículo, firmado por Luis de Armiñán, en el que, a cuenta del proyecto para trasladar el cuadro El entierro del Conde de Orgaz al pabellón, se incluye una cercana descripción del arquitecto en su propio estudio:
Aquí está Javier Carvajal. Y aquí su tablero de trabajo. Y encima de éste y debajo de su mano, largas tiras de papel. A la vera, el doble decímetro; al frente, tiralíneas; más cerca, lápices con una punta inmensa y fina, como de artesanía, un prodigio de punta […]
Javier Carvajal es el arquitecto que ganó aquello del pabellón de España en la Feria de Nueva York. Un hombre de muchas campanillas en plena juventud. Y es de los que forman en esta generación ya sin buscarse a sí mismo, porque se ha encontrado. El pabellón de España fue un éxito de concepción y lo será de construcción. Trae al aire todavía reciente de Nueva York esa calma de civilización europea, emulsionada con los conceptos nuevos. Nada tiene que enseñar América a España. 4307N17
Más allá de estas cuestiones un tanto tangenciales, lo cierto es que el pabellón era, como lo describió Juan Ramírez de Lucas, “no sólo el mejor, sino el único que es arquitectura en la Feria de Nueva York.” Guillermo DíazPlaja también tuvo palabras de elogio para el edificio:
Dejadme decir ahora –porque adivino vuestra curiosidad– unas palabras sobre el pabellón de España. […] Hay una perplejidad manifiesta en el público que llena el amplio patio donde los elementos arquitectónicos insuman un talante español –blanco de cal en cal en gramos distendidos– sin llegar al pintoresquismo. Creo que esta es la intención de Javier Carvajal, el arquitecto del pabellón español. Dar una España radical y profunda, rehuyendo fáciles estímulos de lo folklórico y superficial […] Sí. Javier Carvajal puede sentirse satisfecho. El edificio que alberga a lo español es uno de los más bellos de la Feria. 4307N19
El destino final de los pabellones de las grandes exposiciones suele ser incierto. Aunado a ello, el orgullo patrio es efímero, por lo que el acomodo posterior del edificio, una vez cerrada la exposición, resultaba una decisión difícil. El caso del pabellón de Corrales y Molezún, desmontado y abandonado en un rincón de la Casa de Campo madrileña, es el mejor ejemplo.
El pabellón de Carvajal tuvo mejor suerte. Al menos se consiguió que el edificio no fuera demolido y que, como reseña La Vanguardia, fuera cedido al Ayuntamiento de Saint Louis con el compromiso de utilizarlo para exposiciones culturales. 4307N20 La suerte última del edificio, reconstruido “ladrillo por ladrillo,” poco tuvo que ver con las buenas intenciones originales, pero sirva este artículo de ejemplo acerca de la sincera inquietud del público sobre el futuro de esta magnífica pieza de arquitectura.
Al igual que con el pabellón de la exposición de Bruselas, merece la pena hacer una breve mención a la cobertura de la obra de Carvajal en la prensa especializada. La revista Arquitectura dedicó parte de su número 52 (1963) al concurso, con la publicación de los proyectos finalistas y un monográfico, el número 68 (agosto de 1964), a la Feria. Hogar y Arquitectura trató el concurso del pabellón en su edición 45 (marzo-abril de 1963) y TA. Temas de Arquitectura y Urbanismo, en los números 49, que consistía en un cuestionario al presidente del Consejo, al Jefe de Control y al comisario sobre la polémica del concurso restringido; 50, una contestación al cuestionario y publicación de memoria y bocetos, y 53 y 58. En este último se incluía una carta abierta de Jesús Martitegui con cuestiones relativas a las decisiones de la Comisaría, a la que reprochaba no tener en cuenta las opiniones del sector.
Este breve recorrido por la prensa española a través de sus artículos dedicados a los pabellones de las exposiciones de 1958 y 1964 permite extraer algunas conclusiones. Ambas obras disienten, como es sabido, de la postura oficial del régimen en materia de arquitectura, preocupado fundamentalmente en encontrar un denominado estilo “nacional”; no obstante, el trabajo de los arquitectos españoles refleja un hecho incuestionable: la sociedad española, y con ella, sus intereses culturales, estaba cambiando.
La arquitectura que proponían las nuevas generaciones, integrada en el proceso de apertura hacia la modernidad, resultó ser, además, de una gran calidad y ayudó a que el país se desperezara de una cierta nostalgia que lo anquilosaba en cuestiones artísticas. El debate entre visiones “clásicas” y “modernas,” fomentado por su difusión a través de la prensa, ayudó a darle forma definitiva y situó la arquitectura española a la altura de la de otros países con mayor tradición, que comenzaron a valorarla y apreciarla.
Los arquitectos españoles se convirtieron en embajadores a través de sus proyectos para los pabellones de las exposiciones universales. España dejó de ser conocida en el extranjero únicamente por personajes como Goya o Cervantes, y fuera de nuestras fronteras comenzaron a resonar apellidos como Fisac, Carvajal, Corrales o Molezún, quienes obtendrían un rápido reconocimiento internacional a su trabajo. Gracias al eco que alcanzaron los pabellones españoles en las Ferias, el mundo descubrió España como la cuna de un gran número de artistas, escritores e intelectuales contemporáneos. Puede que no consiguiesen hacer desaparecer de forma definitiva los tópicos de la España de “sol y pandereta,” pero sentaron las bases para que lo lograran definitivamente las generaciones posteriores. En cierto modo, alcanzaron a cumplir las palabras de Javier Carvajal y convertir la arquitectura en el mejor ejemplo de esa “España posible.”
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Universidad Politécnica de Madrid
Profesor Visitante
Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-4699-2722
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