3 2 E L H A B I T A R D O M É S T I C OAutores
EditorialCristina López Uribe
I N V E S T I G A C I Ó N 
El crecimiento programado en tres escalas: el caso de las viviendas NWwKTLucía Martín López
Domus Logico-Philosophicus: La casa de WittgensteinPablo Emilio Aguilar Reyes
De la casa a los espacios íntimos a partir de la descripción fenomenológica de Gaston BachelardFernando Gutiérrez Hernández
Los grandes desarrollos habitacionales en la ciudad de México:¿proyectos habitacionales o proyectos políticos y económicos?José Armando Alonso Arenas
Angélica Noemí Juárez Pérez
House X, por Peter Eisenman: de la estética de la producción a la estética de la recepciónÓscar del Castillo Sánchez
La vivienda como representación culturalMiguel Juárez Pichardo
E N S A Y O 
Juan Legarreta: vivienda obrera mexicana posrevolucionariaJorge Oscar Yepes Rodríguez
¿Qué le damos, Güera? los mercados están vivos y habitamos en ellosSamantha Olivier Abarca Vindas
¿Es la vivienda de interés social?Fernando Nájera Fragoso
Disarming ArchitecturePatricio del Real
La densidad del silencioJosé María Gómez de León Cantú
Edificaciones de un paisaje volcánico en MéxicoMax Cetto
R E S E Ñ A S 
Vivienda transitoria para migrantesÁlvaro Lara
Revolución y renovación, La vanguardia rusa en el Palacio de Bellas ArtesRodrigo Torres Ramos
Espacios, El espacio interno es el protagonista del hecho arquitectónicoAndrés Cedillo
Reseñas de librosGreda Herrera
Beatriz Molina Guzmán
Dina Comisarenco Mirkin
CASA ZAPATA-BUENDÍA: José María BuendíaÁlvaro Martínez Mejía
  
  

Editorial

En la definición más pura de la arquitectura encontramos que la posibilidad de habitarla es el rasgo que la distingue de las otras artes; sin embargo, es ésta una característica que siempre escapa a su control, ya que depende enteramente de las prácticas de apropiación espacial de las personas –algo que no se puede medir científicamente ni conocer de antemano. Esta contradicción se manifiesta especialmente en el caso del habitar doméstico.

Walter Benjamin reflexionaba en los años treinta sobre el espacio interior del hombre en el cambio de siglo: “el interior no sólo es el universo del hombre privado, sino que también es su estuche. Habitar es dejar huellas. El interior las acentúa. […] También se imprimen en el interior las huellas de quien lo habita.” En la actualidad, en un contexto donde la globalidad influye directamente en la escala local y la vida privada se valida en el espectáculo de sí misma, nuestra forma de vivir ha cambiado mucho; se ha diversificado el cuestionamiento permanente del concepto de familia, han emergido nuevos roles y las necesidades cambiantes de los seres humanos han afectado nuestros modos de habitar. ¿Cuál es el nuevo interior, el estuche del humano privado actual? Si en los albores del quiebre de la modernidad el cuarto propio caracterizaba al individuo –“todo hombre lleva dentro una habitación”, escribió Kafka, en tanto que Virginia Wolf hacía de este espacio categoría de equidad y emancipación femenina–, ¿qué espacio del hogar serviría de metáfora para describir al ser humano contemporáneo?

Después de la modernidad ortodoxa, en la que las obras se concebían como objetos de lectura transparente, en nuestros tiempos se persigue una opacidad parecida a la condición moderna que describió Marshall Berman, relacionada con la pérdida de confianza en la racionalidad como horizonte de entendimiento. Hoy, los objetos del habitar doméstico se plantean desde la perspectiva del sujeto y de su imposibilidad para leer unidireccionalmente el objeto. Ha habido también interesantes ensayos filosóficos en la casa física, que han hecho del positivista lógico su mejor inquilino: plantearon un habitante que entendía los límites del lenguaje y vivía vacío de pretensiones estéticas o sociales; pero este ser no existe. Tampoco su modo de habitar basado en un racionalismo puro, pues precisamente el habitar desborda el lenguaje; en tanto que es una práctica, quizá sólo sea posible abordarlo desde el arte o la arquitectura.

Los primeros individuos que se atrevieron a vivir en el Pedregal de San Ángel y construyeron ahí su casa entre las rocas, consideraron que el habitar viene antes que el construir y que significa “estar satisfecho en la tierra y bajo el cielo.” Pero este concepto se ha transformado desde los años cincuenta, cuando Heidegger nos decía que la gran tragedia de la modernidad no era la escasez de la vivienda, sino que no sabíamos habitar.

Hay que cuestionarse el significado actual y la posibilidad –o imposibilidad– del habitar en un mundo en el que la residencia no está fija en un solo domicilio, en el que se pasa más tiempo en los traslados que en la propia casa, en el que miles de personas migran a otros territorios por razones políticas o económicas y en el que nuestras relaciones con otras personas suceden en el espacio virtual de las redes sociales. Hoy, la complejidad de la vida urbana de la modernidad en el cambio de siglo descrita por pensadores como Benjamin –quien usó para ello el ejemplo de Baudelaire y su manía de cambiar constantemente de domicilio– se ha trasladado al espacio doméstico de muchas formas. Las huellas se han hecho aún más difusas.

El habitar doméstico contemporáneo en los contextos latinoamericanos tiende inevitablemente a relacionarse con el gran problema de la vivienda social. Antes que cuestionar filosóficamente el significado del habitar, la re-flexión se vuelca sobre una problemática real de nuestras ciudades. No es de extrañarse: alrededor de la mitad de la población  –al menos en México– vive en asentamientos irregulares, en “casa propia” pero en ínfimas condiciones

Desde los primeros experimentos en materia de vivienda obrera nos hemos enfrentado al fracaso: no se ha podido ofrecer una respuesta efectiva a las personas que más lo necesitan. Los grandes desarrollos habitacionales de mediados del siglo xx buscaron resolver el problema de la vivienda desde una concepción estandarizada del habitar. Fueron incapaces de ajustarse y de considerar que las necesidades de los individuos cambian, no sólo a lo largo de sus vidas, sino según la región geográfica y la cultura a la que pertenecen, se entendió al usuario como un agente pasivo que necesitaba ser instruido en el modo de habitar moderno. No hubo diálogo, únicamente un largo y aburrido monólogo.

Actualmente, las opciones de vivienda sólo son accesibles a unos cuan-tos; además,  de solución, como la idea de tener una casa propia, que descarta de antemano otras posibilidades más sencillas, como el alquiler. Las iniciativas totalitarias de los gobiernos de los años cincuenta que pretendieron decidir cómo serían las ciudades modernas y cómo vivirían en ella los individuos, se han sustituido ahora por proyectos fruto de la especulación del suelo y dirigidos únicamente elevar las tasas de ganancia del mercado inmobiliario. Se pretende dejar la responsabilidad entera de la vivienda social a las fluctuantes leyes del libre mercado.

Basados en experiencias surgidas desde los años sesenta, nuevas formas creativas de entender la dotación de vivienda sobresalen en los últimos años. Se Caracterizan porque las intervenciones de los arquitectos son más limitadas, en un proceso donde se busca el involucramiento de los propios habitantes en las decisiones, en el diseño y en la construcción: donde el paso del tiempo y la flexibilidad se consideran pate del proyecto: Es el llamado incrementalismo. . No obstante, en muchos de estos casos hace falta una lectura crítica. Cabría preguntarse si se está liberando al Estado de la mitad de la responsabilidad y si se idealiza la autoconstrucción como una práctica deseable para adaptar la vivienda a las necesidades personales, favoreciendo, eso sí, su apropiación.

De cualquier manera, la introducción cada vez más clara del sujeto que experimenta el espacio doméstico en la valoración de la obra arquitectónica y el estudio cuidadoso de esta experiencia como materia prima para el diseño, además de la participación del sujeto en el proceso de diseño y de la construcción, son estrategias para desarmar la arquitectura como institución artística –para imprimir las huellas en la propia materia de la casa. Éstas se nos presentan como posibilidades para el habitar en el presente.

Cristina López Uribe

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Fecha de la última modificación: 21 de Septiembre de 2020.

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Last modification: September 21, 2020

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