Cartografiar la historia de la arquitectura en el siglo xix (II): Viollet-le-Duc, Auguste Choisy y la comparación y superposición de mapas temáticos como método
Javier Girón Sierra
Mapping the History of Architecture in the Nineteenth Century (II): Viollet-le-Duc, Auguste Choisy and the Comparison and Overlapping of Thematic Maps as a Method
Javier Girón Sierra
Caumont y el surgimiento de un nuevo método: la comparación y superposición de cartografías temáticas
Volvamos ahora a aquellos años en que un joven Caumont lleno de entusiasmo salía al encuentro de los monumentos y la geología de Normandía. Para él era tan urgente hacer y cartografiar la “statistique monumentale” de un país, como confeccionar su mapa geológico. De hecho, el mapa geológico de Calvados elaborado por Caumont marca el comienzo en Francia de la cartografía detallada a escala departamental. 4210N01
Con las dos statistiques a la vista, ¿no tendría sentido probar vincularlas? La geología era para la generación de Caumont, nacida con el siglo, una ciencia joven; igual lo era el estudio de la arquitectura medieval. La posibilidad de tender puentes entre una “ciencia más dura” y otra que aspiraba a serlo parecía tentadora. La geología como ciencia “histórica” podía inspirar un marco mental, formas de organizar la escala temporal –como en efecto ocurre con las divisiones cronológicas que establece Caumont. 4210N02 Se trataba de dos disciplinas que confluían en un mismo trabajo de campo, de manera que empezaba a insinuarse –especialmente en aquéllos que, como Caumont, estudiaban los dos aspectos del escenario en sus salidas– una posible correlación entre el sustrato geológico de un lugar y su arquitectura.
Esta conexión la empezaban a señalar en Francia voces muy autorizadas y con un amplio eco, como la del historiador Jules Michelet (1798-1874) en algunas de sus vibrantes páginas, o la del naturalista Georges Cuvier (1769- 1832). Observaciones suyas, del tipo: “Ni Miguel Ángel ni Bramante hubieran podido construir en París con el mismo estilo que en Roma, porque no habrían encontrado la misma piedra,” resonarían a menudo en textos de otros autores. 4210N03
Como era casi de esperar, Caumont se dejará seducir por esta posibilidad. En 1846, en su Statistique Monumentale du Calvados, al examinar el Canton d’Evrey, advertía que se podía establecer un nexo entre el suelo y los hábitos y costumbres humanos e, incluso, su arquitectura:
[…] esta distribución de las rocas […] expresada con exactitud en mi Carte Géologique du Calvados, no ha dejado de tener una influencia sobre el estado de la arquitectura y la distribución geográfica de los monumentos en las zonas que vamos a recorrer. 4210N04
El reto era objetivar esta supuesta correlación entre geología y arquitectura. ¿De qué manera se podía medir y precisar su influjo?, ¿en qué periodos era esta relación más intensa y tenía más poder explicativo?, ¿podrían tal vez los mapas servir para responder a estas cuestiones?
Caumont había intuido pronto –según confesaría más tarde, al realizar la primera carta de 1828– que la superposición o correlación de mapas temáticos de una misma región podía ser un método enormemente útil para la investigación científica. Sin embargo, esperaría hasta 1842 para lanzar públicamente ante el Consejo General de Agricultura una propuesta en ese sentido: realizar “cartas agronómicas” departamentales. 4210N05 Se trataba de un nuevo tipo de carta que debía, de alguna forma, integrar dos mapas que representaran la geología y los cultivos de una región. Con esta carta se podía examinar su mutua relación y detectar potenciales mejoras en las capacidades agrícolas o forestales, 4210N06 actividades que –como llega a apuntar– en última instancia parecían determinar el carácter de la cultura local. 4210N07
La tentación de aplicar un método parecido para vincular la geología de un país con la arquitectura de un determinado periodo histórico rondaría la mente de Caumont. Tal vez la superposición de mapas podría servir al historiador de la arquitectura, pero este pequeño paso no llegaría a darlo.
Viollet-le Duc y la cartografía como evidencia para la historia de la arquitectura medieval. Un diálogo entre tres mapas: geológico, político y de los estilos
Quien sí lo hará será el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc (1814-1879) en un artículo publicado en 1852 en la Revue Génerale de l’architecture et des Travaux Publics. 4210N08 Pese a su relativa juventud –tenía entonces 38 años de edad–, estaba avalado por una meteórica trayectoria profesional: con 26 años se había hecho cargo de la restauración de la iglesia abacial de Vezelay; con 32 ya era jefe del Bureau des monuments historiques, estaba por mandar a la prensa el artículo mencionado y en ciernes de ser nombrado inspector general de los edificios diocesanos (lo que ocurrirá en 1853). También brillaba como crítico e investigador de la arquitectura y de su construcción, en particular de la gótica. Los textos y dibujos que desde 1844 venía publicando en los Annales Archeologiques mostraban una mente aguda y penetrante. 4210N09
En este artículo, Viollet-le-Duc quería indagar las causas de los cambios producidos en la historia de la arquitectura en Francia entre los siglos XI y XIII; señalaba entre los posibles vectores tanto el espíritu más o menos analítico de los habitantes de determinadas regiones, como las guerras, el comercio y la geología. 4210N10 Acorde con él, cada uno de estos agentes, en diferentes dosis, tiene su parte en la calidad de la arquitectura y en el ritmo de su evolución. Menciona, por ejemplo, cómo en la cuenca que forman el Sena, el Oie y el Marne –lugar privilegiado donde las artes y las ciencias progresan más rápidamente que en cualquier otro– coincide “una colección tan hermosa de materiales calcáreos, de bosques inmensos” con la “dominación real ya preponderante en el siglo XI” y una población que posee “en su máximo grado […] ese espíritu inquisitivo, crítico,” conjunto que hace de París “uno de los centros intelectuales del mundo.” 4210N11
Al final del artículo propone, para objetivar esta influencias, disponer en paralelo tres representaciones cartográficas de Francia: un mapa geológico –que se apoya en una cartografía publicada por primera vez en 1841 y con la que no contaba la generación anterior–, otro arquitectónico –“dividido por estilos, durante los siglos XI y XIII”– y finalmente, uno político, con la “división feudal de Francia por provincias al final del siglo X.” 4210N12
Una lectura comparada de los tres mapas
La contemplación simultánea de estos tres mapas, según Viollet-le-Duc, permite percibir el cambiante peso de cada uno de estos factores. En un determinado momento son los rasgos geológicos los que predominan, hasta el punto de que, “comparando estos tres mapas, se observará que la división de los estilos se acerca más a la división geológica que a la división política del territorio.” 4210N13
Con el mapa geológico en la mano podemos apreciar, por ejemplo, cómo los edificios que se construyeron en el siglo XI sobre una gran línea de rocas “jurásicas y calcáreas oolíticas” –que van de Norte a Sur desde Mezières hasta perderse cerca de Montpellier– presentan “procedimientos de construcción análogos.” O también cómo, en coincidencia con la diversidad del sustrato geológico, existen diferencias profundas entre las construcciones románicas de las regiones de Nièvre y de la Champaña.
Sin embargo, Viollet-le-Duc evita atribuir a la geología, de manera general, una influencia excesiva en la historia de la arquitectura: “No pretendemos dar a esta observación una significación absoluta, pero en todo caso denota una de las influencias que ha tenido más impacto sobre las construcciones de ese remoto pasado.” La realidad, para él, es que a lo largo de la historia, mientras unos factores pierden peso, otros lo ganan, y en este balance de fuerzas, la incidencia de la geología sobre la arquitectura, patente al principio, irá disminuyendo a medida que aumenta el comercio o la centralización del poder.
Se comprenderá facilmente que, en la época en la que el arte de construir se desarrollaba aisladamente en cada provincia, la naturaleza geológica del terreno haya tenido una gran influencia sobre las construcciones. Pero después, cuando todos estos esfuerzos separados se unieron para formar un arte centralizado, que a su vez influyó en estas provincias, los materiales se sujetaron hasta cierto punto a la ley común. 4210N14
En este punto, Viollet-le-Duc recomienda echar una mirada al mapa que representa la distribución del poder político sobre el territorio, una idea que pudo haber tomado de Caumont. Éste, en su Cours d’antiquités monumentales (1830), ya había sugerido que podría ser de gran ayuda trazar un mapa político de la Francia feudal para la historia de su arquitectura. 4210N15 De hecho, tan sólo un año antes de la aparición del artículo de Viollet-le-Duc, Caumont había publicado un tentativo y elemental mapa de las “regions monumentales” de Francia (1851) que se apoyaba en sus divisiones políticas. 4210N16
En todo caso, manejar un único mapa político como éste sólo permitía una lectura tosca de la influencia del poder institucional. Dos años después, Viollet-le-Duc refinará el método. En el primer volumen de su Dictionnaire Raisonée (1854) plantea una interesante consideración: la geología es un telón de fondo que tiene sobre la historia humana una influencia permanente; por el contrario, la distribución del poder político es cambiante, en consecuencia, para medir su impacto sobre la arquitectura se requiere de varios mapas. En el caso francés al menos se requieren dos mapas que permitan leer qué impacto tienen los radicales cambios en la distribución del poder político sobre el desarrollo de la arquitectura entre finales del siglo X y el XIII (lo que reconocemos como románico o gótico). 4210N17
Un nuevo mapa entra en juego: la cartografía de focos y flujos de intercambios en la Edad Media superpuesta al mapa de la arquitectura origina
Viollet-le-Duc revela ese mismo año, en el tercer volumen de su Dictionnaire raisonée de l’architecture, en el apartado que dedica a los campanarios (en la entrada “clocher”), cómo cartografiar los movimientos de bienes y de las personas en la Edad Media podría rendir también grandes resultados. 4210N18
Según Viollet-le-Duc, el campanario era una pieza que hasta el siglo XII había tenido una historia independiente de la del edificio al que se adosaba. Su diseño y forma simbolizaban el progreso y la liberación frente al poder feudal o monástico, por lo que era esencial datar e identificar cuales habían sido en su momento aquéllos que habían aportado soluciones originales y distinguirlos de los que sólo los emulaban. Eran los jalones que señalaban la evolución del románico al gótico.
Al disponer esos campanarios sobre el mapa físico de Francia, se revelaba de pronto, luminosamente, un hecho: los focos principales de innovación coincidían con lugares en los que bullía la actividad emprendedora y el intercambio mercantil, y desde allí irradiaban, siguiendo rutas comerciales, su influencia sobre focos menores. Estas vías seguían en buena medida los cursos fluviales o las mismas grandes rutas que existían en su época. Viollet-le-Duc sentía un contenido orgullo por este hallazgo que parecía poner orden en la historia de la arquitectura medieval: “Sin querer dar a este trabajo una importancia exagerada, creemos que puede contribuir a destruir la idea de que en la marcha y el desarrollo de las artes en este rincón de Europa, todo es fruto del azar y la confusión.” 4210N19
Para curarse en salud de las críticas que hubiera podido suscitar su interpretación, señala repetidamente que ese mapa no está basado en ideas preconcebidas: “insisto, los monumentos están ahí, estas ideas me han sugerido al ver cómo esas líneas tejen un vínculo entre los jalones esparcidos por el mapa.” 4210N20 Esta hipótesis podía incitar a los historiadores de la arquitectura a prestar más atención a la evolución de la movilidad de los constructores medievales: qué rutas se seguían, cuánto se tardaba de una localidad a otra, o cuáles eran las fronteras que lo impedían. 4210N21 En última instancia era un asunto sobre el que Caumont ya había llamado la atención en su Cours de 1838, y cuyo desarrollo obligaba a repensar la idea de una cartografía bien definida de las “escuelas locales.” 4210N22
Desde un punto de vista gráfico, el mapa de Viollet-le-Duc presenta rasgos llamativos. Las radiaciones que dibuja adoptan una forma casi botánica, como ramas que se adelgazan desde un tronco común. Tal vez trataba simplemente de indicar así, a su manera y de modo intuitivo, la intensidad de la actividad de esas rutas comerciales y, por consiguiente, su mayor impacto sobre la arquitectura. No obstante, una mirada a las fascinantes cartografías temáticas que Charles Joseph Minard (1781-1870) confeccionaba desde hacía una década, y con las que conseguía que se comprendiera al instante la frecuencia y volumen de los flujos comerciales o de pasajeros a través de vías férreas, fluviales o marítimas, nos sugiere la posibilidad de alguna clase de influencia; 4210N23 por ejemplo, podríamos comparar el mapa de Viollet-le-Duc con uno de Minard de tan sólo tres años antes (1851), la “Carte figurative des principaux mouvements des combustibles minéraux en France.” 4210N24
Auguste Choisy y la cartografía de la historia global de la arquitectura
Es muy probable, aunque no podamos asegurarlo, que estos mapas de Viollet-le-Duc hubieran pasado por las manos de un inquieto adolescente llamado Auguste Choisy (1841-1909), mientras curioseaba en los anaqueles de la biblioteca de su padre –un arquitecto de provincias de Normandía. 4210N25 Lo que sí sabemos es que, años después, tras haber concluido sus estudios de ingeniería en la École de Ponts et Chaussées, su brillante descubrimiento de los procedimientos romanos para construir bóvedas y cúpulas en hormigón le abrirá las puertas para tratar en persona a Viollet-le-Duc. 4210N26
Con él aprenderá lecciones fundamentales. Hubo una en especial que Choisy no olvidará y que recordará años después, en su Art de Bâtir Chez les Byzantines (1883). Durante una de sus conversaciones, el maestro le había señalado la importancia de conocer la geografía de las rutas comerciales de la Antigüedad para comprender cómo se habían diseminado desde Oriente Medio al Mediterráneo ciertas soluciones constructivas. Como Choisy reconoce, esta nueva visión metodológica fue un “descubrimiento que le debo a él” y que, como veremos enseguida, se refleja en la cartografía de su singularísima Histoire de l’architecture 4210N27 una obra que, iniciada a mediados de la década de los ochenta, publica tras años de trabajo solitario y agotador, justo cuando expiraba el siglo, en 1899.
Aquel libro en dos volúmenes era extraordinario por muchos motivos. Por primera vez se ofrecía una ambiciosa historia universal de la arquitectura que intentaba guiarse por el predominio de los principios de la racionalidad constructiva aplicada a los recursos humanos y materiales disponibles para cada cultura y momento. Sorprendía por su discurso gráfico, un relato con un valor propio, paralelo al del texto que se apoyaba en el uso frecuente de vistas en axonometría desde abajo –algo inusitado, prácticamente inédito, en los libros de historia–; y por sus mapas, varios y curiosos mapas, en los que se atendía a la dimensión geográfica de la arquitectura. 4210N28
Los mapas y el relato: una historia de focos y flujos en expansión desde un origen ancestral
Varios de estos mapas construyen en conjunto un audaz argumento histórico que, de manera progresiva, se despliega ampliando la apertura y escala de su campo de visión. Entre las páginas de la Histoire del’Architecture encontramos, primeramente, dos mapas que enfocan sólo parte de Oriente Medio y el Mediterráneo; más allá otro que representa el subcontinente europeo, y finalmente, un mapa del globo terráqueo, llamativamente centrado en el continente americano. 4210N29 Su finalidad aparente es mostrar las vías principales, ya fueran terrestres –siguiendo las caravanas–, fluviales o impulsadas por corrientes marinas, que han encauzado a lo largo de la historia la transmisión de formas y métodos arquitectónicos. Algunas hipótesis tomadas de una en una resultan atrevidas. Esto ocurre, por ejemplo, cuando plantea cómo determinadas soluciones de origen persa habrían sido transportadas a través del Volga hasta Escandinavia y desde allí a Mesoamérica (el Altiplano Central de México y Yucatán), o cuando sugiere que la influencia de Caldea se habría asimilado en China y Japón y transmitido desde sus costas hasta Perú, de modo que estas áreas se habrían convertido, según Choisy, en “veritables colonies de l’Asie centrale.” 4210N30
No obstante, lo que emerge finalmente de todos estos mapas es un relato, a la vez fascinante y equivocado: la región de Persia habría sido, a lo largo de toda la Antigüedad, el foco clave y permanente desde el cual, sin solución de continuidad a través de los siglos, habrían emanado soluciones originales, hasta cubrir por completo el globo terráqueo. 4210N31
Mapas que en la Histoire de l’architecture describen los focos y la diseminación de la arquitectura de las escuelas del románico y la distribución geográfica del gótico. La superposición de los dos mapas evidencia que sus espacios respectivos eran contrarios
La superposición de dos mapas y una revelación: la oposición entre los espacios de la arquitectura románica y gótica
Dirijamos nuestra atención ahora hacia los dos mapas con los que Choisy cartografía la historia de la arquitectura de la Edad Media. 4210N32 En primera instancia, sorprende que, en el contexto de una historia con vocación universal, baste para nuestro autor con dos mapas de Francia y su entorno limítrofe. Pero esta decisión se justificaría por una idea que estaba en el aire y que el propio Viollet-le-Duc ya había defendido –como oportunamente se recordará en la memoria de la sección francesa publicada con motivo de la exposición universal de Viena de 1873–: la geografía de la arquitectura medieval en Francia representaba un caso ejemplar y único en la historia. 4210N33
El primero de los mapas que nos presenta Choisy muestra los focos originales de las diversas escuelas arquitectónicas del románico y sus vías de diseminación; el segundo es un mapa con un propósito similar aplicado a la “geografía del periodo gótico.” 4210N34 Pero no son dos representaciones que haya que ver sólo por separado. Choisy relaciona ambos mapas y nos muestra, en un alarde casi mágico, el potencial que tiene la estrategia de la superposición. Nos invita a que los coloquemos uno sobre otro, para observar como los focos de la arquitectura románica se corresponden con sorprendente exactitud con los vacíos de la arquitectura gótica y viceversa. Son complementarios, como si fueran el negativo el uno del otro. Para Choisy esto demostraba que el traspaso del poder de las órdenes monásticas a los centros urbanos había tenido un impacto trascendental en la arquitectura medieval y había supuesto un verdadero corte entre los dos periodos, como ya había apuntado Viollet-le-Duc. 4210N35
Desde el punto de vista de su resolución gráfica, estamos ante dos mapas que se inscriben en el linaje de mapas de Francia que hemos estudiado. Hay ecos de la cartografía de los campanarios de Violletle-Duc, pues Choisy destaca, con el grueso de la línea, las rutas comerciales –que a veces son también bélicas– y el vigor de sus aportes a la diseminación de la arquitectura. Por otra parte, en estos mapas de Choisy cada símbolo representa la diferente configuración que en cada región adopta el elemento arquitectónico de cuya resolución depende la historia de la arquitectura abovedada y en el que se compendian todos sus problemas y soluciones: el tramo o travée –su libro era, con su desfile de dibujos en axonometría desde abajo, una apabullante, extensa y fascinante demostración de esta tesis. De este modo, Choisy renuncia tanto al uso de un lenguaje basado en un sistema abstracto de símbolos (la pasigrafía de Caumont), como al de un código convencional.
Se trata, por tanto, de un mapa único entre los de su especie, en el que se sintetiza por primera vez dos de los usos eminentes del dibujo para el historiador de la arquitectura: mostrar y seguir la evolución del elemento clave y determinar las causas geográficas de su distribución. Dicho de otro modo, se trataba de desplegar las piezas con las que Caumont componía sus tableaux figuratifs cronólogicos sobre el mapa para apreciar su dispersión geográfica y su genealogía. 4210N36
Por último, señalemos un aspecto intrigante, la falta de precisión topográfica de todos los mapas de la Histoire de l’architecture: las líneas de costa se han simplificado toscamente o incluso distorsionado. Una característica que comparte curiosamente con los de Minard. Este descuido –había defendido Minard– era un sacrificio necesario en aras de una mejor visualización de los diagramas que se añadían sobre dichos mapas (una decisión controvertida que no todos los geógrafos o cartógrafos compartían). 4210N37 En el caso de Choisy, sin duda esta “torpeza” es también voluntaria, pues por su formación de ingeniero sabía perfectamente cómo trazar mapas rigurosos. Cabe preguntarse, a la vista del resto de decisiones gráficas, si Choisy quería señalar con estos mapas el camino para crear una nueva cartografía temática al servicio de la historia de la arquitectura. 4210N38
La primera parte de este texto se encuentra dentro del no. 42 de esta revista, y puede consultarse al dar click en este enlace.
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Universidad Politécnica de Madrid
Profesor Titular
Universidad Politécnica de Madrid
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM)
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