“De ces cartes on verra surgir les lois de la distribution des styles d’Architecture.” Cartografiar la historia de la arquitectura en el siglo xix (I): Arcisse de Caumont y los mapas pasigráficos
Javier Girón Sierra
Resumen
La historia de la arquitectura fue tomando forma, amalgamando métodos y enfoques muy diversos a lo largo del siglo XIX. En el proceso de su construcción, el dibujo jugó un papel capital, singularmente para hacerse cargo de dos dimensiones vitales: el tiempo y el espacio. Por un lado, los investigadores tuvieron que implementar estrategias gráficas para manejarse con “el tiempo histórico” –extraer de los edificios los elementos relevantes, exponerlos cronológicamente y hacer visibles sus transformaciones sucesivas. Por otro, buscaron visualizar “el espacio histórico” –cartografiar la arquitectura del pasado de modo que, conocida su distribución, se pudiera indagar las causas de que cambios significativos surgieran en unos lugares con preferencia a otros, así como los vehículos de su diseminación.
Está por hacer la historia de estos mapas. El presente artículo –que se publica en dos partes– se propone señalar algunas contribuciones relevantes que se produjeron, ciñéndose a lo ocurrido en Francia. En la primera parte trataré del empeño de Arcisse de Caumont por dotar a los mapas históricos (cartes monumentales) de un sistema pasigráfico –contemporáneo de otras propuestas pasigráficas como la de Maimieux y Humboldt– y su posterior fortuna. En esta segunda parte examinaré la aparición de la superposición de mapas temáticos como método para establecer la diferente incidencia de diversos factores (geológicos políticos o comerciales) en las dos grandes etapas de la arquitectura medieval, para lo cual prestaré especial atención a las aportaciones de Eugène Viollet-Le Duc y Auguste Choisy
Palabras clave: cartografia, historia de la arquitectura en el siglo XIX, Caumont, Viollet-le-Duc, Choisy
“De ces cartes on verra surgir les lois de la distribution des styles d’Architecture.” Mapping the History of Architecture in the Nineteenth Century (I): Arcisse de Caumont and the Pasigraphic Map
Javier Girón Sierra
Abstract
The history of architecture is a discipline that took shape throughout the ninteenth century through a convergence of methods and ideas with many different origins. In the process of its construction, drawing played a major role, mainly by helping researchers cope with two of the dimensions of this inquiry. On the one hand, they had to develop graphic strategies to apprehend the “historical time” of architecture: they had to know how to extract the historically relevant elements from buildings, display them chronologically and give visibility to their successive transformations. On the other, they had to grasp architecture’s “historical space” and discover ways of mapping the architecture of the past and its dissemination in order to explore why certain changes emerged in some places instead of others.
The history of this cartographic effort has yet to be written. This article aims to sketch out some important milestones, focusing on French authors. It will be published in two parts. The first explores Arcisse de Caumont’s attempt to introduce a pasigraphic system in archaeological maps, probably inspired by Humboldt, while the second addresses the development of the practice of superimposing thematic maps as a way of discerning the incidence of different factors (geological, political, commercial) in the two great stages of medieval architecture, focusing on the contributions of Eugène Viollet-Le Duc and Auguste Choisy.
Keywords: cartography, history of architecture in the ninteenth century, Caumont, Viollet-le-Duc, Choisy
La historia de la arquitectura es una disciplina que empezó a perfilarse a lo largo del siglo XIX a partir de un piélago de aportaciones de autores procedentes de muy diversos campos (ingenieros, arqueólogos, arquitectos e historiadores, entre otros), enrolados en diferentes instituciones y con visiones dispares. 4209N01 El papel que tuvo el dibujo como medio e instrumento en su forja constituye un vasto campo de investigación. 4209N02 En este artículo me propongo centrar mi atención en lo ocurrido en Francia para explorar una vertiente inédita de este asunto. 4209N03 ¿Tuvo la representación cartográfica algún papel en la constitución de dicha disciplina? Y si fue así, ¿de qué mapas se servía el historiador de la arquitectura?, ¿cuáles fueron los métodos y estrategias ensayados?, ¿de qué manera completaban otros discursos gráficos?
Para ello conviene remontarnos a la década de los años veinte del siglo XIX. La geología era entonces una ciencia joven y prometedora. A la vez se estaba gestando una nueva disciplina –a caballo entre las antigüedades, la arqueología y la historia– que, a tientas, buscaba cómo entender los monumentos medievales, que aparecían, por decirlo así, como seres extintos cuyo origen y anatomía se desconocían. Eran aventuras intelectuales apasionantes que trenzaban entre sí una peculiar vinculación; a su manera, ambas tenían un carácter histórico y estaban arraigadas al territorio. 4209N04
No era extraño que mentes inquietas como la del recién licenciado en derecho en la Universidad de Caen, Arcisse de Caumont (1801-1873), quedaran atrapadas y fascinadas por ellas sin remedio. 4209N05 A menudo Caumont se lanzaba a recorrer los caminos de su Normandía natal examinando con ávida curiosidad tanto “la geografía de las rocas” como “la geografía monumental” que le salía al paso. 4209N06 Sus cuadernos se llenaban de apresuradas notas que registraban desde los afloramientos de estratos geológicos a “los edificios de cada localidad, como iglesias, castillos, etcétera,” sin olvidar las “medallas, los objetos antiguos, las construcciones romanas.” En su fuero interno estaba convencido de que pronto sería capaz de dar sentido a todo ese saber fragmentario y sería el primero en definir “un cuadro completo de los monumentos de Calvados clasificados en su orden cronológico y geográfico.” 4209N07
Caumont, además de curioso, era intrépido y emprendedor. Con tan sólo 22 años de edad funda, en 1823, la Societé linnéene de Normandie –que había de ocuparse de la geomorfología, botánica y zoología de la región– y al año siguiente, en 1824, la Societé des antiquaires de Normandie. No tardó mucho en darse cuenta de que necesitaba ampliar su círculo. Entre los años 27 y 29 dedicó una buena parte de su tiempo a tejer una notable red de contactos y a enriquecerse con las ideas de anticuarios, arquitectos o naturalistas. 4209N08 Con entusiasmo contagioso y espíritu proselitista, empezó a impartir en Caen, en 1830, clases gratuitas de arqueología, centradas fundamentalmente en el románico y el gótico de la zona. Estos estudios eran toda una novedad. En Francia no existirá una enseñanza formal en arqueología hasta 1847. Los anticuarios vocacionales que se apretaban en aquel modesto y provinciano Pavillion de la Foire –unas sesenta personas– eran su particular vivero humano. De allí saldrán quienes más tarde replicarán sus métodos y crearán nuevas sociedades por el resto de Francia. 4209N09
Para presentarse ante esa audiencia debía estructurar la ingente información que obtenía en sus trabajos de campo. Enseguida empezó a vislumbrar que tendría que moverse en dos planos o dimensiones para los que había que pensar con sumo cuidado su representación gráfica. Por una parte, había que saber distinguir los elementos arqueológicos y arquitectónicos significativos en un eje temporal, ordenarlos cronológicamente, proceder a una suerte de taxonomía para percibir su evolución. Por otra, había que fijar en el espacio la posición de los monumentos, de modo que se pudiera apreciar en un golpe de vista dónde surgían los focos de innovación y cómo eran las formas de diseminación, lo que él llamaba una “geografía de los estilos.”
Desde el primer momento, Caumont entendió cuán crucial era usar el dibujo como aquello que en esencia es: un modo de pensamiento para acceder a espacios vedados a la palabra. 4209N10 En sus clases se preocupaba de que hubiera a la vista constantemente grandes ilustraciones y cuadros que permitieran las comparaciones de las distintas partes de los edificios y así “tener una idea clara de los cambios progresivos que habían acontecido en la arquitectura.” 4209N11
Del mismo modo consideraba imprescindible meditar sobre su cartografía. Un mapa “monumental” no podía limitarse a ser una base sobre la que superponer unos signos convencionales. Debería servir para reconocer algunas características significativas de los edificios de distintos periodos y apreciar los matices de sus variaciones locales a lo largo y ancho del territorio. A la vez, debía ser lo suficientemente legible y fácil de dibujar como para permitir que, mediante un esfuerzo cooperativo y colectivo, se pudiese progresivamente cartografiar, departamento por departamento, toda Francia.
En su mente bullían algunas propuestas recientes que cuestionaban las formas tradicionales de comunicación visual. En 1797, Joseph de Maimieux había publicado y hecho cierto ruido con su propuesta de una nueva forma de escritura universal a la que denominaba pasigraphie. ¿Podía hacerse algo así en la cartografía? Esto facilitaría mucho el trabajo cooperativo que tenía en mente. Al fin y al cabo, el propio Maimieux confesaba que su invención se había inspirado de alguna manera en la geografía. Se trataba de recorrer el camino de vuelta. 4209N12
Por tanto, es muy probable que Caumont estuviera muy atento a lo que Alexander von Humboldt dijera en las conversaciones y corrillos de las recepciones dominicales del famoso naturalista Alexandre Brongniart –a los que ambos estaban invitados– sobre su idea de crear una “pasigraphie mineralogique.” 4209N13 En efecto, la obra de Humboldt ya sugería que otra cartografía era posible: que se podía crear un código y una sintaxis simbólica capaz de suministrar, de un sólo golpe de vista, un conocimiento sintético de hechos geográficos conectados entre sí. 4209N14 Hoy no es fácil saber exactamente cuáles fueron los ejemplos concretos a los que habría tenido acceso Caumont, pero sin duda las estimulantes ideas de Humboldt incitaban a investigar nuevas formas sinópticas de narración visual, que no sólo llevaban a experimentar con mapas, sino también con diagramas. 4209N15 En ese sentido llama la atención el “tableau figuratif” que en 1831 publica Caumont, una sinopsis gráfica de la historia de la arquitectura religiosa desde el siglo V al XVII. No parece casual la semejanza que guarda este grabado con la célebre lámina del Chimborazo, conocida como “Naturgemälde,” en cuanto a la manera de disponer y estructurar la información. 4209N16
Justo al lado del diagrama que acabamos de comentar, Caumont publica por primera vez una idea embrionaria de cómo se podría ingeniar una pasigraphie monumentale. En el atlas de la cuarta parte del Cours –que Caumont empieza a publicar en forma de seis volúmenes acompañados de otros tantos atlas desde 1831 y que irán apareciendo a lo largo de varios años– ofrece un mapa de Caen y de su entorno. 4209N17 Éste era sólo un “extracto” de la más ambiciosa Carte Monumentale du Calvados en la que estaba aún trabajando, pero le urge mostrar cuanto antes su idea, un “prototipo” de notación aplicable al mapa para las iglesias medievales. 4209N18
Satisfecho, enumera los “principios de esta pasigraphie monumentale”, “un método figurativo” que permite formular con “rapidez y claridad algunas ideas generales que el texto escrito sólo podría explicar con un largo conjunto de palabras.” Y que, además, sirve para “hacer observaciones comparadas” e “inferir hechos generales a partir de los resultados de su examen.” Ante el temor de que los símbolos elementales que ha concebido –engañosamente ingenuos– pasen desapercibidos, pide a los lectores que “no desdeñen la concisión de este lenguaje pasigráfico.” 4209N19
Su propuesta constituye un tipo de lenguaje, en la medida en que define un conjunto de símbolos y una sintaxis combinatoria, que permite “hablar” sobre los rasgos esenciales de los edificios que figuran en el mapa. 4209N20 Gracias a este sistema se podía indicar los distintos estilos en los que se había construido una determinada iglesia, la posición relativa de sus partes y las distintas etapas de su construcción.
Para ello se vale de un lenguaje simbólico extremadamente reductivo. Asocia tres figuras geométricas elementales (el círculo, el triángulo y el rectángulo) a otros tantos periodos arquitectónicos: el círculo representa la arquitectura “redonda” del “románico” –“roman”–; el triángulo, la apuntada –“gótica” o, como él la llama, ojival–, y el rectángulo, la “moderna.” Un elemento de transición se expresa mediante la superposición de círculos y triángulos (figuras 1 a 4 de la leyenda). Como vemos, la correspondencia entre signo y objeto no es del todo arbitraria; en su elección hay una reminiscencia de las formas arquitectónicas que evocan. 4209N21
A continuación, Caumont procede a conjugar estos símbolos para definir las características propias de cada edificio. Para estos efectos las partes significativas de las iglesias son sus naves, el coro –que, subraya, es lo primero en construirse– y la torre. Dos símbolos tomados del listado mencionado (círculo, triángulo, rectángulo) representarán el coro y las naves, así como su respectiva antigüedad. Por otra parte, asume que el coro casi siempre tiene orientación Oeste, por lo que su símbolo siempre se dispone a la izquierda del que corresponde a la nave.
A la torre se le asigna la figura geométrica acorde con su estilo y antigüedad y se le añade una cruz. Cuando la torre se sitúa sobre el centro de la iglesia, su símbolo se posicionará entre los que representan el coro y la nave. Según como se superponga respecto de esa pareja de símbolos, sabremos si su lugar está sobre el crucero o en un lateral del edificio. Cuando la torre tiene orientación Sur, su símbolo oculta en parte los otros; en cambio, cuando aparece solapado por ellos, es que tiene orientación Norte. Con un juego similar se puede expresar si la torre se localiza en la fachada principal y si ésta se sitúa en su lado norte, centrada, o al sur de la misma.
Una vez fijadas estas reglas, Caumont explica con algunos ejemplos cómo se representarían iglesias con una historia compleja, incluyendo capillas y otros elementos menores. Para completar la información, señala que se puede añadir números sobre los triángulos que representan elementos góticos del edificio para indicar a qué etapa del llamado “periodo ojival” (de primario a cuaternario, según su nomenclatura) pertenecen. 4209N22
Resulta interesante contemplar la propuesta pasigráfica de Caumont en el ambiente intelectual de su tiempo y señalar lo que comparte con otras búsquedas coetáneas de notación gráfica para plasmar la historia de la arquitectura. Podemos ver cómo, en Inglaterra, un investigador de la talla de Robert Willis (1800-1875) también concede importancia a distinguir visualmente las distintas etapas de los edificios que estudia, y aplica para ello en sus conferencias de los años cuarenta, códigos de color sobre las plantas. Asimismo, William Whewell (1794-1866) crea un sistema de notación esquemático para que los viajeros interesados en la arquitectura medieval puedan tomar y compartir notas de manera rápida y sin que sea necesario tener la habilidad de un dibujante. 4209N23
Tras el adelanto de este mapa, Caumont confiaba en poder publicar por fin una versión afinada y completa del sistema en una Carte monumentale du Calvados que sirviera de modelo para otras cartas departamentales. Los años pasan sin que ésta aparezca y Caumont anuncia, en 1846, que esa versión “que ya estaba esbozada en 1828” ha de esperar todavía para su publicación. 4209N24 Duda, vacila. Y esto provoca que empiecen a salir a la luz propuestas que amenazan la consolidación de un verdadero sistema pasigráfico.
Un personaje ajeno a su grupo, el médico y arqueólogo Eugène Woillez, publica en ese mismo año (1846) un mapa arqueológico departamental “concebido según principios nuevos.” Su sistema se basa en un repertorio simbólico que recuerda al de Caumont, aunque con una articulación menos compleja. Como lenguaje pasigráfico era endeble, pero era un síntoma de que el proyecto de un sistema cartográfico compartido presentaba fisuras que había que taponar. 4209N25
El asunto debía tomarse en serio. Caumont y sus seguidores deciden abordarlo en las reuniones anuales del Institute des Provinces, cuyos debates pueden seguirse en el Annuaire de l’Institut des Provinces –que había sido fundado por Caumont en 1846 para reflejar las reuniones anuales del Instituto que él mismo promovía desde 1839. 4209N26 No obstante, la manera en la que se manifiesta Caumont en 1850, cuando sugiere que se añada a la cartografía de las instituciones religiosas y feudales un mapa monumental en el que se indique “mediante signos la antigüedad de los edificios, ya sea usando el sistema de notación figurada que yo he adoptado, u otro sistema,” muestra que su fe en su propuesta se empezaba a debilitar. 4209N27
El congreso de 1851 –reproducido en el número del Annuaire del año siguiente– es particularmente interesante. En las sesiones se debate intensamente sobre cómo traducir de forma gráfica la cartografía monumental para alcanzar un objetivo enormemente ambicioso que, uno de los ponentes, Dupré de la Mahérie, proclama ante todos: hay que encontrar un lenguaje gráfico común que permita hacer mapas departamentales en los que se lea –nada más y nada menos– las leyes de la historia de la arquitectura de Francia:
De la comparación de estos mapas veremos surgir las leyes de la distribución de los estilos arquitectónicos en nuestro suelo, las leyes de la influencia de tal o cual raza en el estilo común, las leyes mismas de la influencia de las órdenes monásticas […] 4209N28
Para este fin era preciso definir un sistema de signos que cumpliera ciertos requisitos: que fuera fácil de dibujar en los cuadernos de campo, que se adaptase a manos no necesariamente diestras y que se pudiera leer y retener sin dificultad, para evitar ambigüedades o malinterpretaciones. 4209N29 Esta sesión de 1851 debería servir para salir del impasse. Finalmente, Victor Petit, un reconocido dibujante de arquitectura miembro del Instituto de las provincias, presenta un informe sobre “cuál es el sistema de notación figurativa definitivo a recomendar” para las cartas arqueológicas. Tras el debate, Petit “tiene el honor” de anunciar un sistema que muestra en un cuadro indicativo.
La propuesta de Petit consiste en algo tan simple como actualizar los códigos de los célebres mapas de Francia de Cassini, “levantados y grabados hacia mitad del siglo pasado.” Los reunidos acuerdan uná – nimemente que se adopten estos signos convencionales y que se usen a partir de entonces para “todos los mapas y fragmentos de cartas que se publiquen en el futuro por las sociedades históricas.” 4209N30 El mapa de Cassini era visto como una referencia excelente, en la medida en que aportaba una información preciosa sobre edificios que habían sido destruidos o habían desaparecido después de la Revolución.
No obstante, lo cierto es que aquello no dejaba de ser un paso atrás en la implantación de un sistema pasigráfico como el que buscaba Caumont. Tal vez por ello, el Instituto incita a que se presenten cartas monumentales, que llegarán a cuentagotas y serán acogidas como era de esperar, en un ambiente tenso por quienes daban por cerrado el asunto.
En 1852, el Instituto convoca un concurso de carta departamental, al que, para decepción de Caumont, ¡sólo se presenta un candidato!: el historiador del arte Emmanuel Woillez -hermano del mencionado Eugène Woillez– con un mapa del departamento de l’Oise. Woillez, que ignoraba el sistema propuesto por Petit, aborda la cuestión con una mirada ingenua y fresca. Algunos elementos novedosos, como el uso del color, despiertan la atención de Caumont quien le invita a exponer su concepción y a debatir sus méritos. 4209N31 Petit se revuelve irritado. Recuerda los argumentos contra el empleo del color: dificulta el trabajo de campo, a la hora de publicar es oneroso y no está al alcance de las imprentas de provincias. Con una llamada a mantener la disciplina zanja el debate. Esos signos convencionales contravienen los acuerdos ya adoptados. 4209N32
Los años transcurren sin que Caumont parezca encontrar una solución pasigráfica propia ni se imponga otra forma de hacer. En 1858, en el Manuel du Bibliographie Normand se anuncia una próxima edición de la Satistique Monumentale du Calvados, que promete la publicación del esperado mapa. 4209N33
No será así. En el Bulletin monumentale de 1861 vemos a Caumont hacer un repaso de los mapas arqueológicos ya realizados o en curso, y prometer de nuevo publicar su mapa maestro de Calvados. 4209N34 Los años pasan sin que surja una propuesta concluyente. El cansancio hace mella y en el Bulletin Monu – mentale de 1872 se habla de cómo muchos arqueólogos no siguen a Caumont en su intento de un mapa global, sino que prefieren hacer mapas “separados para la época Romana y para la Edad Media.” En ese mismo número, Alphonse Le Touzé de Longuemar presenta su mapa del departamento de Vienne. Caumont lo acoge con alegría. Señala que casi no se encuentran “personas dedicadas dispuestas a asumir las fatigas que conllevan estos estudios” y se lamenta de que “apenas conocemos unos pocos ensayos de este tipo.” 4209N35 Dicho esto, Caumont valora su propuesta gráfica con cierta tibieza: “si bien podría modificarse, el sistema es bastante satisfactorio.” No es de extrañar su postura, pues el mapa se reduce a un elenco de signos convencionales. Nada que ver con una propuesta en la que la sintaxis de los signos se corresponda con una determinada articulación de las partes del edificio que aquéllos representan. Su autor, Longuemar, incluso reconoce que no ha encontrado un sistema gráfico suficientemente eficaz. 4209N36
Para Caumont, ésta era la última oportunidad de ver algún avance en la construcción de una pasigrafía monumental, o de dar a la luz una de su mano, pues fallece un año después en Caen. Otras maneras de entender la cartografía de la historia de la arquitectura tendrán en el siglo XIX un recorrido mayor. Para examinar cómo surgen y se desarrollan tendremos que volver, en la segunda parte de este artículo, a aquellos años de su juventud, llenos de promesas.
La segunda parte de este texto se encuentra dentro del no. 42 de esta revista, y puede consultarse al dar click en este enlace.
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Universidad Politécnica de Madrid
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